Samuel Arriarán
Adolfo Sánchez Vázquez es un filósofo marxista nacido en Algeciras, Cádiz, en 1915. Vivió su infancia y juventud en Málaga, donde se incorporó a la lucha revolucionaria, motivado entonces no por un conocimiento directo de la obra filosófica de Marx sino por la ebullición política que prevalecía en el ambiente cultural de esa época. De Málaga se trasladó a Madrid, donde inició sus estudios de filosofía en la Universidad Central, en la que predominaba la influencia de Ortega y Gasset y de otros filósofos, a los cuales pronto Sánchez Vázquez se sintió ajeno.
Con el estallamiento de la guerra civil española, en 1936, Sánchez Vázquez interrumpió sus estudios; se incorporó a la Undécima División del ejército republicano y más tarde al Quinto Cuerpo del ejército, donde encabezó el comisariado de prensa y propaganda.
Sánchez Vázquez llegó a México como exiliado bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas. Trabajó en Morelia dando clases de filosofía. Allí se casó, y de su matrimonio tiene tres hijos (María Aurora, Enrique y Adolfo); reinició sus estudios en el DF, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
En 1956 se sintió afectado por las revelaciones del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética y desde entonces se ha consagrado a una fecunda actividad teórica, enfrentándose con la teoría y la práctica políticas y culturales del marxismo estalinista. En 1962 se dio a conocer un artículo titulado “Ideas estéticas en los manuscritos económico, filosóficos de Kart Marx”. En 1965 desarrolló ampliamente este tema en su libro Las ideas estéticas de Marx, que entre otras cosas influyó con su actitud antidogmática, creadora y crítica en la política artística y cultural de la revolución cubana.
Al considerar que la actividad teórica no puede ser monopolio de los especialistas de un sector de la sociedad o de un partido, Sánchez Vázquez se apartó de los caminos trillados y comenzó a plantear nuevos problemas. En este sentido se dispara su trabajo capital, titulado Filosofía de la praxis, en el cual marcó posiciones nuevas y perspectivas que habría de desarrollar en otros libros, como Ética, Estética y marxismo, Del socialismo científico al socialismo utópico, Ciencia y revolución. El marxismo de Althusser, Filosofía y economía en el joven Marx, Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología, Ensayos sobre arte y marxismo y Ensayos marxistas sobre historia y política. En todas estas obras, consideradas a nivel nacional e internacional entre las aportaciones teóricas más valiosas que pueden hallarse actualmente, se desarrolla una serie de problemas vitales para el movimiento obrero de todos los países y en especial de América Latina, como las relaciones entre democracia y socialismo, las relaciones entre el individuo y las masas, entre éstas y sus dirigentes, el problema de la ideología, las relaciones entre moral y política, el arte y la revolución socialista, la caracterización de los países del llamado “socialismo real”, los problemas de la clase obrera en el contexto del capitalismo imperialista y muchos otros temas actuales, tratados con el mayor rigor y concreción que exige un verdadero análisis marxista.
Conocí personalmente al doctor Sánchez Vázquez en 1982. Al igual que muchos estudiantes de la UNAM, me encontraba entonces confundido, desorientado y perdido ante la enorme variedad de ideas y posiciones. Cuando asistí a los cursos de Sánchez Vázquez, al principio me sentía inhibido por su aspecto severo. Mientras formulaba con inseguridad algunas preguntas, él las replanteaba con un lenguaje sencillo; aclaraba las dudas y respondía a nuestras objeciones con una firmeza y precisión sorprendentes.
Cuando conocí más a fondo a Sánchez Vázquez, descubrí que detrás de su aspecto severo se encuentra un hombre sumamente generoso, reflexivo, exigente, riguroso, estudioso, ajeno a todo tipo de halago; un hombre que ve en el desempeño de su cátedra no un fin en sí, ni un instrumento de provecho o prestigio personal. Escuchar sus ideas y discutir con él es una experiencia muy reconfortante. Su conducta trasmite serenidad, calidad humana, finura espiritual y talento. Jamás intenta imponer a nadie sus ideas. Prefiere presentarnos puntos de vista diferentes o contrarios, recomendando siempre las lecturas correspondientes.
Sánchez Vázquez no puede aceptar que alguien que se apoye en los sofismas de la “neutralidad ideológica” pretenda justificar una conducta indiferente a todo. Para él, la indiferencia es ya una forma de posición ideológica, puesto que significa elegir una opción para dejar el mundo como está. Quien pretende ser “neutral” ha tomado pues una posición activa para conservar la realidad.
Fiel exponente de un marxismo vivo, creador, crítico y autocrítico, siempre atento a los cambios de la realidad, Sánchez Vásquez rechaza tanto el aventurerismo revolucionario (que pospone la transformación social para “algún día” como el realismo a todo trance, que degenera en el oportunismo y en una política sin principios). En sus últimos libros insiste en sus trabajos sobre la importancia de la acción consciente en la construcción de una nueva sociedad, tarea hoy más necesaria que nunca ante la amenaza presente de un desastre nuclear y una catástrofe ecológica. Como él mismo dice con respecto a la aspiración de instaurar una nueva sociedad, “se trata de una pretensión que hoy más que nunca consideramos subrayar, ya que con ella hacemos patente lo que nos separa tanto de los dogmáticos de ayer como los de los iconoclastas de hoy que, al enfrentarse a cierto marxismo que debe ser justamente criticado, acaban por renunciar al socialismo y con ello al proyecto “al que ningún marxista puede renunciar sin negarse así mismo) de contribuir a la transformación radical de la sociedad que hoy (como ayer) sólo ofrece como alternativa la explotación, la opresión y la guerra”.
[1] Arriarán Cuellar, Samuel. “¿Quien es Adolfo Sánchez Vázquez?”. Texto publicado en La jornada Libros. México, Núm. 81, 1986.