Samuel Arriarán
Filosofía y circunstancias. Así se titula uno de los últimos libros de Adolfo Sánchez Vázquez (coedición de la UNAM y Anthropos). Lo que más me llama la atención en este libro es que, en él, se encuentran (además de importantes textos recientes, hasta ahora inéditos), muchos de los célebres ensayos donde se exponen las tesis centrales de la filosofía de la praxis, que han contribuido a formar el pensamiento de varias generaciones en México. Entre esas tesis están la necesidad de insertar la filosofía en el proyecto de transformación social, de defender el carácter racional de la filosofía y de situar el proyecto emancipador de Marx en un marco de racionalidad. Lo interesante es que al volver a leer estos ensayos, se los puede reinterpretar y revalorar desde nuevas miradas o perspectivas a la luz de lo que sucede actualmente. ¿Puede sostenerse su validez hoy cuando las circunstancias en que fueron escritos parecen haber cambiado? Yo me atrevería a opinar que nos encontramos ante una paradoja. Aunque el mundo se ha modificado mucho, especialmente a raíz del derrumbe del "socialismo real", en el fondo, las circunstancias son las mismas, ya que corresponden a la necesidad de luchar por una nueva sociedad frente a los excesos de la modernidad capitalista. Cuando el autor escribió esos textos no deseaba (ni desea hoy) que la filosofía se reduzca a la legitimación ideológica del orden social establecido. Tampoco aceptaba (ni acepta hoy) la cómoda posición de los filósofos "puros" aislados en su torre de marfil para no comprometerse con las exigencias de la transformación social.
O sea que, en principio, yo no estaría muy de acuerdo con el autor al sugerir (en el prólogo) la posibilidad de que los ensayos del libro acusen o resientan mucho las huellas del tiempo. No quiero decir que las circunstancias no han pesado. Creo que sí pesan, lo cual es natural, pero no en todos de la misma manera, sino en pocos, y por razones que son comprensibles. El peso de las circunstancias es innegable. Por ejemplo cuando el autor acentuaba la oposición ciencia e ideología (por la necesidad del combatir el aventurerismo anarquista y los errores estratégicos de los movimientos ultradicales).
Así pues, creo que la mayor parte de las ideas expuestas en este libro, re-examinadas a la luz de la situación actual, no han perdido su vigencia. Me parece que siguen teniendo actualidad por una doble razón: en primer lugar, porque la sociedad capitalista (en su fase neoliberal) se encuentra ante una grave crisis y, en segundo lugar, por las consecuencias que dicha crisis tiene para la reformulación de la filosofía en México y en América Latina.
Lo que quisiera subrayar, entonces, es que dichos ensayos reaparecen en un buen momento político, social, es decir en una coyuntura favorable para la reactivación de las fuerzas sociales que luchan contra el capitalismo. Si tenemos en cuenta las circunstancias impuestas por la modernidad capitalista (que no son situaciones tan ocasionales) se comprende que la filosofía de Sánchez Vázquez, no ha cambiado.
Javier Muguerza tiene razón cuando en la introducción del libro, explica que los acontecimientos esperanzadores que vivió el autor fueron principalmente a partir de su inserción en los problemas de América Latina. En este sentido indica, por ejemplo, que para probar la recepción de un marxismo creativo, el autor recurre siempre a Mariátegui y a nuestras revoluciones de la independencia. Yo añadiría que, sin perder nunca de vista a España, y muy dentro de los problemas de América Latina, lo principal es que la teoría política de Sánchez Vázquez mantiene su enfoque filosófico radical. Por ello es que actualmente adquiere una proyección de lucha contra el capitalismo neoliberal. Por supuesto que necesito matizar un poco y precisar que el neoliberalismo no es otra cosa que la continuación bajo una nueva forma del sistema de organización capitalista. Esto significa que su funcionamiento estructural es el mismo. Se trata de la misma política de bajos salarios, de gradual eliminación de obstáculos para la circulación de mercancías para mayor enriquecimiento de los ricos y la consiguiente política de explotación y opresión de los más pobres. O sea que si caracterizamos el neoliberalismo como una continuación de la forma básica de organización capitalista, la filosofía política de Sánchez Vázquez apunta hoy (igual que ayer) a la crítica radical de ese conjunto de mecanismos económicos y políticos para garantizar que los ricos mantengan el tipo de sociedad que consideran necesario.
Para argumentar y fundamentar mi opinión, dividiré los ensayos del libro en dos grupos. En la medida en que para el autor la historia de la filosofía no consiste en un filosofar en general, sino en tipos concretos de filosofar, dichos ensayos se pueden agrupar de la siguiente manera:
Primero. Aquellos que se refieren a los tipos de filosofar concretos como el de Kant, Hegel, Marx, de los filósofos mexicanos, del exilio español y el posmodernismo. En estos ensayos no puedo dejar de destacar el esfuerzo de apreciación crítica de la historia de la filosofía en México. Considero que esta apreciación es muy necesaria y útil para la consolidación de la comunidad filosófica iberoamericana, tan largamente anhelada. Ya el solo hecho de seguir hablándonos de la filosofía de Marx resulta muy alentador, pero también es significativo que el autor nos hable en este libro de filósofos tan cercanos a nosotros como Leopoldo Zea, Juliana González, Luis Villoro, Carlos Pereyra, Eli de Gortari, José Revueltas, Joaquín y Ramón Xirau, Manuel Sacristán, José Gaos, García Bacca, Emilio Uranga, y muchos otros que debemos recordar ya ellos nos transmiten la concepción de la filosofía como una reflexión vital y creativa.
Segundo. Hay otra clase de ensayos que se refieren al lugar que tiene la política en la filosofía de Sánchez Vázquez. Aquí se tratan los temas del poder, la democracia, la libertad, el Estado, etcétera. En estos ensayos se exponen, por ejemplo, la tesis de la filosofía de la praxis como filosofía de la transformación radical.
A continuación voy a referirme a algunos de los ensayos que a mi juicio resisten más el peso de las circunstancias, y al final me referiré a aquellos que quizá requerirían algunos ajustes.
Entre los ensayos que no necesitan que se les cambie ni una coma, están aquellos que contienen las tesis centrales de la filosofía de la praxis. Son aquellos que principalmente conectan la filosofía de la praxis con el movimiento del proletariado. Cuando el autor se refiere al proletariado como una clase revolucionaria, significa que por ser la clase más explotada, es la más interesada en la construcción del socialismo. El proletariado es revolucionario frente a la burguesía porque habiendo surgido de la industria, aspira, en lo económico, a liberar la producción de su carácter productivista, y en lo político a alcanzar la democracia más allá de los límites que impone el sistema capitalista.
Ahora bien, uno de los problemas que se derivan de lo anterior es: en cierto tipo de sociedades con poco desarrollo proletario (como América Latina) ¿se puede sostener un enfoque donde se subraya las contradicciones de clase?. Luis Villoro por ejemplo, ha señalado que el motivo por el que la ideología socialista no prendió en México, se debió justamente por ser un "país capitalista de escaso desarrollo proletario". Claro que este señalamiento tendría razón si el concepto de proletariado se redujera a la clase obrera, es decir a quienes ejercen el trabajo manual. Pero para Sánchez Vázquez, dicho concepto es más amplio ya que abarca a todos los asalariados, e incluye demandas que no son exclusivamente de clase. Esto significa que junto a las reivindicaciones de la clase obrera, se reivindican también las que corresponden a los movimientos nacionales, étnicos, de género, etcétera. Este planteamiento, constituye a mi juicio, una base sólida de reflexión que nos invita a continuar descubriendo problemas. A esta invitación podemos responder sin apartarnos de las tesis centrales de su filosofía de la praxis.
Un nuevo y difícil problema se nos plantea cuando vemos que hay sociedades donde además de existir poco desarrollo del proletariado, hay importantes diferencias culturales, es decir, sociedades donde no resulta fácil aplicar categorías de análisis concebidas originalmente para las sociedades capitalistas de Europa occidental. No se puede afirmar que el autor elude esta cuestión ya que a ella se refiere en varias partes del libro, por ejemplo en "Mitos y realidades de la identidad" o en "La filosofía sin más ni menos", además de los textos dedicados a Carlos Pereyra (a quien por cierto, debemos recordarle especialmente por haber sido de los primeros que en México, hace muchos años, nos habló de la importancia de la sociedad civil y de la cuestión nacional).
Sánchez Vázquez, que fue maestro de Carlos Pereyra, señalaba que es necesario repensar el marxismo a partir de la posibilidad de articular las contradicciones de clase con las contradicciones culturales y nacionales. Discutiendo también con filósofos como Leopoldo Zea, nos planteaba ¿qué hacer para no latinoamericanizar la filosofía? ¿cómo conciliar teórica y moralmente desde el marxismo la lógica del desarrollo de las fuerzas productivas con la realidad pluricultural y pluriétnica de América Latina?
Lo que captaron muy bien poetas como Luis Cernuda o intentaron captar filósofos tan sensibles como Joaquín Xirau, es justamente lo diferente: no lo que distingue por su liberalismo a América Latina de la España absolutista y "eterna", sino lo que está en las raíces prehispánicas y que se trató de extirpar. Además de Sánchez Vázquez, hay otro marxista en América Latina, que se dio cuenta de esta situación. Fue el peruano José Carlos Mariátegui, quien habló de la necesidad de un socialismo no europeo, es decir, de un socialismo que no fuera calco y copia. Para Mariátegui, es posible combinar el socialismo con la realidad pluricultural y pluriétnica. Obviamente que este tipo de filosofar se salió del dogmatismo de la época. Para la mayoría de los marxistas latinoamericanos las diferencias culturales eran incompatibles con el desarrollo de las fuerzas productivas. Precisamente ese desarrollo implicaba sacrificar las tradiciones locales ya que ellas constituían elementos relacionados con el atraso.
Lo que captaron muy bien poetas como Luis Cernuda o intentaron captar filósofos tan sensibles como Joaquín Xirau, es justamente lo diferente: no lo que distingue por su liberalismo a América Latina de la España absolutista y "eterna", sino lo que está en las raíces prehispánicas y que se trató de extirpar. Además de Sánchez Vázquez, hay otro marxista en América Latina, que se dio cuenta de esta situación. Fue el peruano José Carlos Mariátegui, quien habló de la necesidad de un socialismo no europeo, es decir, de un socialismo que no fuera calco y copia. Para Mariátegui, es posible combinar el socialismo con la realidad pluricultural y pluriétnica. Obviamente que este tipo de filosofar se salió del dogmatismo de la época. Para la mayoría de los marxistas latinoamericanos las diferencias culturales eran incompatibles con el desarrollo de las fuerzas productivas. Precisamente ese desarrollo implicaba sacrificar las tradiciones locales ya que ellas constituían elementos relacionados con el atraso.
Desgraciadamente, la respuesta a la concepción socialista de Mariátegui fue descalificarlo como "populista", una expresión que antes se usó para desacreditar la teoría de los populistas rusos, cuando planteaban la posibilidad de conservar elementos de la comuna rural y pasar de ahí al socialismo. Conocemos la opinión de Marx frente a este problema cuando en sus reflexiones sobre el porvenir de la comuna rural rusa admitió que no era una posibilidad descabellada o fuera de sentido. Para Marx, se podía evitar los riesgos y las implicaciones negativas del paso necesario por el capitalismo. Si se podía pasar de la comuna rural al socialismo, esto significaba que se podía evitar las penurias del capitalismo y del desarrollo contradictorio de las fuerzas productivas.
"Para poder enjuiciar con conocimiento propio las bases del desarrollo de Rusia, -dice Marx- he aprendido el ruso y estudiado durante muchos años memorias oficiales y otras publicaciones referentes a esta materia. Y he llegado al resultado siguiente: si Rusia sigue marchando por el camino que viene recorriendo desde 1861, desperdiciará la más hermosa ocasión que la historia ha ofrecido jamás a un pueblo para esquivar todas las fatales vicisitudes del régimen capitalista." (C.Marx, "Carta a la redacción de Otiéchestviennie Zapiski", en Escritos sobre Rusia II.El porvenir de la comuna rural rusa, Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1980, p.63.)
"Para poder enjuiciar con conocimiento propio las bases del desarrollo de Rusia, -dice Marx- he aprendido el ruso y estudiado durante muchos años memorias oficiales y otras publicaciones referentes a esta materia. Y he llegado al resultado siguiente: si Rusia sigue marchando por el camino que viene recorriendo desde 1861, desperdiciará la más hermosa ocasión que la historia ha ofrecido jamás a un pueblo para esquivar todas las fatales vicisitudes del régimen capitalista." (C.Marx, "Carta a la redacción de Otiéchestviennie Zapiski", en Escritos sobre Rusia II.El porvenir de la comuna rural rusa, Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1980, p.63.)
O sea que para pensar el problema sobre el modo en se puede conciliar el desarrollo de las fuerzas productivas con la realidad multicultural y pluriétnica de América Latina, necesitamos desarrollar estos apuntalamientos de Marx, relativizando la idea del desarrollo lineal de la historia y cuestionando radicalmente la idea de que el progreso implica forzosamente liquidar los elementos premodernos. Porque hoy en día está en crisis el paradigma del productivismo de la modernidad hay que buscar otras formas de racionalidad y de organización social. Esto significa que podemos pensar en la posibilidad de otra modernidad no productivista ni mercantilista a partir de las tradiciones culturales de nuestros pueblos, y no necesariamente de las exigencias universales de un supuesto progreso económico. Una de las aportaciones más valiosas de Sánchez Vázquez para esclarecer este difícil problema, consiste en remitirnos a Marx, pero no a ese Marx repetido por los marxistas cientificistas y eurocéntricos, sino al otro Marx, al de los escritos que cuestionan toda teleología o marcha inevitable hacia un fin de la historia. Aquel Marx desconocido que expresaba su oposición a una filosofía de la historia universal que sería meta-histórica. Vale la pena citar otra vez a ese Marx que respondía a uno de sus críticos de la siguiente manera: "A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental en una teoría filosófico-histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos... (esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio.)" (C.Marx, Ibid.,pp.64-65)
Con base en esta teoría de la historia, no lineal ni evolutiva, Sánchez Vázquez nos permite elaborar nuevas reflexiones sobre la posibilidad de vislumbrar una nueva sociedad para América Latina. Y para alcanzar esa nueva sociedad, debemos tener también en cuenta su opinión de no intentar imitar el modelo del "socialismo real" (que fue también una forma de productivismo igual que la modernidad capitalista). El fin del capitalismo es también el establecimiento de una cultura socialista pluripartidista. Para que se construya este tipo de cultura, el proletariado necesita de otra opción democrática (nuestra opción - insiste el autor- es la que admite en su seno la pluralidad y la diferencia). Al desarrollar un estado monopartidista, burocrático, sin democracia, el "socialismo real" eliminó toda posibilidad de renovación interna. El stalinismo al liquidar a todo tipo de oposición cerró el camino a la transición del socialismo.
Ahora bien, condenar este acontecimiento que ocasionó el retorno del capitalismo, no significa desembocar en una filosofía posmoderna, nihilista, de total pesimismo histórico, ya que la democracia y el pluralismo político en el socialismo, deben considerarse como posibilidades todavía no realizadas.Al reafirmar la esperanza sobre la viabilidad del socialismo en el futuro, el autor también nos alerta de que hay que estar concientes de los peligros de la ideología en su nueva forma del posmodernismo filosófico. Lo que no podemos aceptar es que la declaración del fracaso del socialismo sea asociada interesadamente con la idea del supuesto fracaso o fin de la razón, del sujeto y de la historia. En este sentido es muy sospechoso que los que declaran la muerte del marxismo sean precisamente, filósofos identificados totalmente con el posmodernismo. Pero lo que no saben es que, detrás de esta filosofía, se les mete de contrabando la ideología neoliberal. Como se explica en el libro, el posmodernismo aporta una visión de la realidad que cumple la función ideológica de contribuir a condenar a los hombres a la inacción, la impotencia y la pasividad.
Por último, quisiera referirme brevemente a los pocos ensayos que ciertamente, requerirían una reelaboración aunque no muy profunda. Situar hoy el proyecto de emancipación de Marx en un marco de racionalidad ya no tiene porque significar situarlo solamente en el marco de la racionalidad científica. Si bien en el libro se acentúa justificadamente la oposición ciencia e ideología, quizá lo que habría que acentuar hoy más, es la relación ética e ideología. No quiero decir que este acento en la ética esté ausente en el libro, ya que se halla implícito en el texto sobre Juliana González, y en otras partes donde el autor nos ofrece argumentos para desarmar las críticas más frecuentes a la propuesta socialista, como aquellas que nos dicen que en tal sociedad es inviable ya que la naturaleza del ser humano es egoísta.
Entre esas críticas que se siguen difundiendo como el pan nuestro de cada día, la que parece tener mas poder de persuación es la idea de la supuesta opresión y destrucción del individuo bajo el sistema socialista. El argumento se sostiene colocando el problema en el terreno de la ética a partir del falso dilema entre el predominio del individuo o de la sociedad. Sánchez Vázquez nos aclara este problema diciendo que no es cierto que en la propuesta de Marx haya un planteo del predominio de lo colectivo sobre lo individual. Esta es una crítica interesada que pretende generalizar a Marx lo que pasó en el "socialismo real". En ningún trabajo de Marx existe esa concepción. Al contrario, lo que hay en él es una alta valoración de lo individual. Este reconocimiento positivo del individuo no hay que entenderlo como una exaltación del individualismo egoísta, típico de la sociedad burguesa, sino de otro tipo de individualidad como libre desarrollo de la personalidad.
Junto al esclarecimiento de este problema, también Sánchez Vázquez nos ayuda a reafirmar más la utopía socialista, ya que para Marx la nueva sociedad es ese sistema donde el individuo se despliega libremente en todas sus potencialidades. La nueva sociedad equivale a un orden social que asegure un máximo de presupuestos para el desarrollo de la personalidad humana y por consiguiente para su felicidad. La ética que se deduce de esta manera de entender la nueva sociedad consiste en no contraponer el interés del individuo y de la sociedad. La felicidad personal sólo se puede realizar mediante la aspiración a un máximo de felicidad de toda la sociedad.
En conclusión, a pesar de que no se puede negar que el peso de las circunstancias se nota en algunos ensayos, yo concido plenamente con las tesis centrales del autor sobre la necesidad de situar la filosofía a partir de su relación con los condicionamientos y las contradicciones de clase. A esta necesidad se añadiría hoy la valoración de las contradicciones nacionales y de la diferencias culturales. Si la filosofía tiene que relacionarse con las exigencias últimas que plantea la realidad, entonces en América Latina la utopía socialista puede incluir la reivindicación de los valores culturales nacionales. No hay otra manera de enfrentar el capitalismo neoliberal. Esto significa que necesitamos reformular y reactivar la filosofía desde los problemas sociales actuales. En 1998 y casi al final de este siglo, comprobamos que los tipos de filosofar analítico o posmoderno no han podido ni pueden desplazar a lo que ellos denominan como "las filosofías de la contaminación ideológica". Frente a la crisis del neoliberalismo está resurgiendo la utopía socialista en el seno de la filosofía contemporánea. Este libro de Sánchez Vázquez nos motiva una vez más a revalorar seriamente el enorme potencial teórico y práctico de la filosofía de Marx.