8.4.09

La teoría pedagógica

Samuel Arriarán

Como cualquier estudiante perdido en la mayor universidad del mundo (la UNAM) yo me encontraba a los 20 años sin saber qué carrera estudiar. Debido a mi orientación a la poesía, las letras y el trabajo artístico intuía vagamente que mi lugar de formación inicial pasaban por las ciencias sociales y las humanidades. Terminé la licenciatura en sociología y la maestría en estudios latinoamericanos. En ese momento no se me pasaba por la cabeza la idea de dedicarme a la educación. Las dos primeras tesis que hice trataban temas de la ideología, los medios masivos de comunicación, la política y la estética. Eran temas todavía muy abstractos. Recién empecé a construir un objeto de investigación con la tesis de doctorado: Filosofía de la posmodernidad. Por los años 90 se empezaba a discutir en todas partes el tema de la posmodernidad. Este era un tema muy confuso y polémico. Cada quién intentaba darle una definición pero muy pocos lograban darle alguna precisión. Quizá lo que me decidió a hacer una tesis sobre este tema era el desafío que representaba entonces el de ordenar mis temas y darle un significado a algo que parecía no tener ningún sentido. El desafío era bastante enorme ya que no se trataba sólo de leer una bibliografía sino de interpretar el mundo actual. Me llamaba mucho la atención que viviéramos en un mundo donde todo parecía caótico. En esos años se derrumbó la Unión Soviética y los países socialistas. Al mismo tiempo aparecían guerras terribles como la de Irak. Por otro lado, en México se iniciaba el periodo más agudo de crisis económica y política. ¿Cómo dar sentido entonces a este mundo? No tenía una definición clara de lo que era un objeto de investigación. Simplemente se trataba de dar un orden a lo que estaba sucediendo en el mundo. Afortunadamente encontré a mi Maestro. Quizá en sus cursos y seminarios es donde aprendí a investigar. No mediante recetas o fórmulas sino a través de lo que él mismo hacía cotidianamente. Este Maestro no era otro que Adolfo Sánchez Vázquez quien provenía del exilio español y traía la experiencia pedagógica de la escuela republicana. ¿Cómo se traducía en el aula esta experiencia? Lo que Sánchez Vázquez hacía en sus seminarios era plantear un tema y problematizarlo, no de cualquier forma sino desde cierta perspectiva metódica y conceptual. El problema podía plantearse de diferentes maneras siempre que supiéramos contextualizarlo. Pero lo más importante era saber confrontar argumentos. Así, los problemas más confusos podían adquirir claridad y lógica. Esta manera de analizar los problemas implicaba pensar, interpretar, y no tanto ajustar la realidad a conceptos. Así aprendí a tratar el problema de posmodernidad como un objeto de investigación que requería cierta lógica y disciplina mental. El objeto requería un punto de vista. Este punto de vista lo hallé en la teoría filosófica de Sánchez Vázquez. Según esto había que interpretar el mundo a partir como problema de crisis de las clases sociales y de la historia. De nada servía basarse únicamente en los libros. El objeto de investigación no se construye a partir de un conocimiento libresco sino de un análisis de la realidad. Por esos años tuve la suerte de viajar por Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Panamá, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, además de Estados Unidos y Canadá. También estuve en Francia, España, Alemania, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Hungría, la República Checa y Rusia. Sin duda estos viajes fueron cimentando la base de mi formación en la investigación. Más que estar encerrado en un cubículo me gustaba viajar y permanecer largas temporadas en otros países. Así pude participar por ejemplo en la experiencia de la revolución sandinista en el año de 1983. Una de las cosas que me aportó esa experiencia fue la conciencia de que la educación por sí misma no sirve para cambiar la sociedad. Tal como demostraba la experiencia sandinista (y tal como lo reconoció el mismo Paulo Freire) era necesario cambiar primero el Estado y la forma de gobierno político para cambiar la educación y la sociedad.

Para Sánchez Vázquez la pedagogía no tenía nada que ver con teorías o metodologías del aprendizaje; era más bien una rara habilidad para comprender los más difíciles problemas filosóficos o políticos, es decir, la pedagogía consistía en enseñar a pensar. Por ejemplo cuando Roberto Escudero le preguntó si después del golpe de Estado de Pinochet sobrevendría una insurrección popular, respondió que nada de eso sucedería. Y en efecto, nada sucedió. O cuando en sus clases analizó el movimiento estudiantil (encabezado por Carlos Imaz, Ordorika y Antonio Santos) previó que sería un movimiento triunfante (cuando a todos nos parecía que sería un fracaso, debido al desmadre organizativo). Y es que lo pedagógico para Sánchez Vázquez consistía en saber analizar la correlación de fuerzas sociales y políticas en un momento determinado. Otro ejemplo es la guerra de Yugoslavia. Cuando le pregunté que íba a pasar con Milosovec respondió que sería vencido. Así, la habilidad de Sánchez Vázquez era sorprendente cuando analizaba otras guerras como la de Irak o conflictos como en México (la rebelión zapatista) o de Sudámerica.


Quizá esa rara manera de analizar la realidad fue lo que me motivó a dedicarme a la investigación. Sentí la necesidad ordenar mis ideas después de tanto viajar y comparar la realidad de países culturalmente tan distintos Dividí mi tesis de doctorado en dos partes: una primera parte debía tratar de las opiniones de los filósofos que más se habían ocupado del tema (como Habermas, Rorty, Lyotard, Vattimo,etc). Después de exponer sus argumentos debía dar una opinión crítica sobre ellos ya que se no bastaba la simple exposición de las ideas de otros. En una segunda parte me atreví a desarrollar mis propias ideas tomando en cuenta que dicho tema requería ser planteada desde la realidad histórica de México y de América Latina. Así formulé algunas categorías como la crítica al eurocentrismo y el papel positivo de las tradiciones premodernas. En esto consistió mi tesis que de alguna manera significó por primera vez la construcción seria de un objeto de investigación. Dado que este trabajo significó una matriz de donde se derivaron trabajos posteriores, voy a describirlo a grandes rasgos:
Lo que aprendí de la práctica pedagógica de Sánchez Vázquez fue lo que él mismo hizo como investigador. Es decir, fue un aprendizaje directo, casi de manera manual, como en los talleres artesanales de España. Se toma un material, se lo trabaja, se la da una forma y una exposición que el mismo material lo requiere, es decir, con cierta habilidad que supone el trabajo con argumentos nunca definitivos o concluyentes. Hay en todo esto una rigurosa estrategia de construcción conceptual, siempre confrontando la teoría con la práctica (el criterio de verdad científica no reside en la teoría sino en la práctica). Pero también aprendí de Sánchez Vázquez quizá lo que es más importante y que no dan los libros o manuales de cómo investigar. Me refiero al hecho de que cuando se tiene un objeto de investigación bien construido entonces ya se sabe investigar, es decir, se pueden construir otros muchos objetos diferentes y derivados del primero. Surge entonces una serie de objetos nuevos que requieren ser investigados. Así es como de mi primer objeto de investigación filosofía de la posmodernidad surgieron otros objetos de investigación derivados:

Algún tiempo después me dí cuenta de la fuerte influencia del Maestro en mi desarrollo intelectual y profesional. De una práctica artística y literaria pasé a una formación filosófica en la UNAM, y finalmente acabé como profesor e investigador en la Universidad Pedagógica Nacional. La conclusión a la que llegué después de este largo recorrido es que la práctica de la investigación no se aprende en ninguna escuela (no las hay en México ni en ningún país del mundo). Una de las posibles vías de aprendizaje es a través del contacto con otros investigadores con amplia experiencia. En mi caso fue a través de la relación con notables filósofos del exilio español como Eduardo Nicol, Wenceslao Roces, Ramón Xirau, Luis Villoro y especialmente con Adolfo Sánchez Vázquez.