20.4.09

Las aportaciones de Sánchez Vázquez a la estética marxista


Samuel Arriarán

Antes de iniciar mi exposición debo decir que soy un alumno que desde muy joven ha tenido su principal formación profesional en los cursos y seminarios del Doctor Adolfo Sánchez Vázquez. Tuve la suerte de que me dirigiera las tesis de licenciatura, maestría y doctorado. Por eso es una satisfacción profunda el que se me haya invitado a participar en este homenaje con motivo de sus 90 años. Como contribución a este importante acontecimiento he optado por escribir un estudio con el fin de destacar sus aportaciones a la estética marxista. Como uno más de sus discípulos que le expresan con sinceridad su agradecimiento, le ofrezco este trabajo que intenta primeramente comprender y valorar aquellas aportaciones que ha desarrollado acompañado por Marx y otros marxistas como Lenin, Lunacharsky, Gramsci, Brecht, Kosik o Della Volpe. Finalmente intentaré opinar sobre la vigencia de dichas aportaciones después del derrumbe del “socialismo real”. El hilo conductor que me guía en este trabajo es tratar de contextualizar la teoría estética de Sánchez Vázquez, que al igual que su teoría filosófica y política, responden a las transformaciones culturales y tecnológicas de nuestro tiempo. Habría en la evolución de la teoría estética de Sánchez Vázquez las siguientes tres fases o etapas:
De la teorización del arte en la revolución a la revolución en el arte (años 60 a 70)
De la reflexión sobre la conciencia artística y de la realidad a la crítica de la mercantilización del arte (años 70-80).
De la crítica a la mercantilización artística a la crítica del clasicismo, del eurocentrismo y de la teoría de la recepción (años 80-90).

1. Primera fase: de la teorización del arte en la revolución a la revolución en el arte
Uno de los puntos de donde surgió la teoría estética de Sánchez Vázquez fue la profunda preocupación en los años 60 por el destino del arte en lo que parecía una inminente transición al socialismo no sólo en algunos países europeos, sino también en varios países de América Latina fuertemente estimulados por la revolución cubana. Es así como postuló la necesidad de no sólo revolucionar la sociedad sino también de revolucionar el arte. En este sentido es que escribió su libro Las ideas estéticas de Marx como respuesta al dogmatismo existente en aquella época que concebía el arte desde enfoques gnoseológicos y sociologistas. La tesis central de este libro fue la concepción del arte como praxis y trabajo creador, no reductible a la ideología ni a su aspecto sociológico: “Reducir el arte a la ideología o a mera forma de conocimiento es olvidar que la obra de arte es, ante todo, creación, manifestación del poder creador del hombre” (1). Alrededor de esta tesis desarrolló en trabajos posteriores como Estética y marxismo un conjunto de cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de la obra estética, el valor del arte, sus funciones sociales, el compromiso político y la libertad de creación, el realismo socialista y la abstracción. Dada la imposibilidad de abordar todas estas cuestiones en el estrecho marco de una ponencia, me limitaré destacar que los orígenes de la estética de Sánchez Vázquez no residen solamente en una justificada reacción al esquematismo y la petrificación en aquellos países del “socialismo real” que por entonces anulaban la creatividad artística en nombre del realismo socialista, sino también en una reflexión ante las profundas incomprensiones sobre la obra de escritores calificados como herméticos, por ejemplo Kafka o de muchos artistas abstractos como Kandinsky, Rufino Tamayo o Wilfredo Lam. En los inicios de las ideas estéticas de Sánchez Vázquez, vanguardia y realismo no son ni podían ser excluyentes, ni tampoco la tradición y el arte moderno, menos aún, el arte culto y el arte popular. No es casual que por esos años empezó a desarrollar una fundamentación de la pintura abstracta como lenguaje artístico significante. (2) La necesidad de esta fundamentación surgió ciertamente del fuerte debate en aquella época entre realismo y arte moderno. Defendiendo con firmeza la validez de la abstracción en el arte moderno, Sánchez Vázquez amplió la definición del arte como forma de lenguaje y expresión creadora de una nueva realidad. A partir de una caracterización amplia y abierta abrió el camino para replantear otros lenguajes igualmente significantes aunque con diferentes signos, como la música o el cine (3)
Resumiendo hasta aquí podemos decir que lo que caracteriza esta primera fase de Sánchez Vázquez es un conjunto de planteamientos muy concretos alrededor de un núcleo central (la concepción del arte como trabajo creador). En torno de este núcleo se desarrollaron problemas específicos en torno de la relaciones entre el arte y la política en términos de cómo captar la realidad social y de elevar la conciencia de ella. Frente a las concepciones reduccionistas del arte a la ideología, Sánchez Vázquez enfatizó su aspecto significativo propio, es decir a su dimensión semántica y reflexiva. Esto significaba que no había ni podía haber una contradicción entre el verdadero arte y el compromiso político, tal como se demostraba en la obra de un Picasso o de un Pablo Neruda.

2. Segunda fase: la crítica de la mercantilización del arte (años 70-80)
En los primeros años de 1970, Sánchez Vázquez vislumbró no una desintegración o muerte del arte (como vislumbraron los teóricos del posmodernismo), sino más bien una socialización del arte como estetización de la vida en el socialismo. (4) Tomando en cuenta los cambios técnicos que posibilitaron el desarrollo de la “obra abierta” y con base en la concepción de Brecht y de la teoría de Marx sobre la dialéctica entre la producción y el consumo, nuestro autor profundiza su reflexión sobre el aspecto de la recepción y la participación estética. Si el arte es una actividad práctica y creadora que desemboca en un producto material, la intervención del receptor no se limita entonces solamente a su aspecto significativo. Pero en esta fase todavía no hay en Sánchez Vázquez una crítica a la teoría de la recepción sino más bien una preocupación a partir de ella por extender el arte a los más amplios sectores de la sociedad de tal manera que la creatividad artística no se reduzca a determinados individuos excepcionales. Paralelamente, desarrolló en mayor profundidad la tesis de la hostilidad del capitalismo al arte. Según él, lo que mata la creatividad artística no es una manifestación abstracta o su aspecto hermético, sino su conversión en mercancía y su manipulación como “arte de masas”. En este punto hay que recordar el interesante cuestionamiento de Ramón Xirau y Cardoza y Aragón, que dudaron del proceso de la hostilidad del capitalismo al arte. (5) La respuesta de Sánchez Vázquez consistió en señalar que el hecho de los grandes artistas pudieron crear bajo el capitalismo no invalida la tesis marxista de la hostilidad del capitalismo al arte siempre que se entienda ésta como una tendencia de la producción material capitalista y no como una ley absoluta. (6)
Se pueden citar otras ideas estéticas que Sánchez Vázquez desarrolló fructíferamente en esos lejanos años en torno de problemas de la estética planteados por otros autores como Lukács, Garaudy, Ernest Fisher, Sartre, Diego Rivera o José Revueltas. Pero lo que conviene subrayar en este punto es el claro surgimiento de posiciones estéticas propias del autor, como por ejemplo, la ampliación de la esfera de lo estético y la reflexión sobre las categorías de la estética más allá del arte y de “lo bello”. Nuevamente el estar atento al contexto histórico le motivó a Sánchez Vázquez a dirigir su reflexión en problemas de la realidad estética de los países que por diversas razones históricas (como la reconformación neoliberal del Estado capitalista a escala mundial) se veían obligados al abandono de la transición al socialismo en aquellos años. No es que Sánchez Vázquez haya cambiado su problemática anterior sino que más bien la profundizó en los años 80 en torno de las complejas relaciones entre el arte y la política, que pasaron de un debate sobre el realismo y el compromiso a cuestiones igualmente importantes pero de diferente naturaleza. Además de enfocar la producción artística por caminos no trillados, era necesario ahora hacer énfasis en la problemática de su distribución y recepción: ¿cómo puede contribuir el arte a la creación de una nueva sociedad, y cómo puede contribuir la sociedad, a su vez, al desarrollo y florecimiento artístico a través del Estado o de las organizaciones sociales y políticas? En esta nueva fase, Sánchez Vázquez observó que el Estado capitalista a través de su política cultural, educativa y artística, fomenta y excluye ciertas orientaciones artísticas poniendo a su servicio lo que mejor responde a sus intereses de clase. Por todo esto, el problema de las relaciones entre el arte y la política, o de su función ideológica y social, no puede plantearse ya en los mismos términos que antes cuando se trataba de expresar la realidad social y de elevar la conciencia de ella. Es así que durante la década de los 80 y la primera mitad de los 90, la preocupación de Sánchez Vázquez se concentró en los nuevos objetos para embellecer el mundo en que vivimos ¿cómo asociar lo bello y lo útil? cómo valorar la estetización de la producción y de la técnica? ¿cuál es la relación entre el arte y la educación estética?

3. Tercera fase: la crítica del clasicismo y del eurocentrismo
Cuando publicó Invitación a la estética, (7) en el año de 1992, el enfoque marxista de Sánchez Vázquez permanece y está presente bajo una nueva forma: como una crítica radical del clasicismo y del eurocentrismo. Ya en un texto anterior, “Prolegómenos a una teoría de la educación estética” (8), el autor venía reflexionando sobe el papel de la estética que requería una necesaria reformulación. Especialmente la educación estética tiene que desarrollar aquí no sólo la conciencia artística sino también la conciencia estética (hasta hoy el sistema de la educación básica, media y superior sólo se ha concentrado en la conciencia artística). La educación estética requiere por ello de la readecuación de las instituciones educativas correspondientes. No significa solamente difundir "las bellas artes", sino fundamentalmente conducir al enriquecimiento de la sensibilidad estética de los alumnos, a una ampliación del horizonte artístico en que se mueven (no sólo dentro del aula sino también fuera, es decir, en la vida cotidiana). En Invitación a la estética esta problemática se precisa y se profundiza examinando las limitaciones o reducciones en que ha caído la educación artística, por una parte, la reducción tradicional de lo estético a "lo bello" y de éste a lo bello clásico, así como la reducción de lo estético a lo artístico. Hace falta entonces redefinir la educación artística como educación estética y extenderla a la vida cotidiana porque el objeto de la educación estética no se limita a lo artístico sino que abarca un universo muy amplio ya que:
“Todos vivimos -académicos o no-en ciertos momentos de nuestras vidas, en una situación estética, por ingenua, simple o espontánea que sea nuestra actitud como sujetos en ella. Ante la flor que se obsequia, el vestido que se elige, el rostro que cautiva o la canción que nos place, vivimos esa relación peculiar con el objeto que llamo situación estética.” (9)

Todos nos encontramos en nuestra vida cotidiana rodeados de productos estéticos, no solamente provenientes del mundo del arte sino también de la industria, la técnica, la artesanía o de los medios de comunicación. Ante la presencia de estos objetos nunca dejamos de expresar una apreciación estética. ¿No será justamente aquí, en este universo amplio, donde habría que reflexionar ahora en torno a la necesidad de una ampliación de la problemática de la estética marxista? Esto significa poder concebir que la relación estética no se reduce a lo que está dentro de las galerías o museos, sino que lo abarca todo, desde la calle, las plazas públicas, el mercado, las escuelas, las fábricas, las oficinas o cualquier lugar de trabajo. En todos estos lugares, los objetos que cumplen una función utilitaria a veces pueden cumplir al mismo tiempo una función estética. Lo estético puede darse para nosotros en cualquier tiempo, en cualquier lugar. Claro que para que se dé esta relación estética con los objetos de la vida cotidiana hacen falta condiciones sociales apropiadas. Dentro de la sociedad capitalista no existen estas condiciones ya que sólo interesa el lucro. El aspecto o presentación de los objetos sólo se justifica por su capacidad de que se vendan más, lo que al subordinar el valor estético al valor de cambio limita la integración de lo estético en la vida cotidiana. No habrá relación estética -concluye el autor- mientras no se descarte el valor económico y por tanto, la estructura social que lo produce.
Pero el problema es más complejo ya que por otro lado, para Sánchez Vázquez lo estético no se reduce a la categoría de lo bello (entendido como lo bello clásico occidental) sino que abarca otras categorías estéticas como lo feo, lo cómico, lo siniestro, lo horrible y lo grotesco. Según su explicación, la idea de lo estético como ligado a la categoría de lo bello proviene de la tradición griega, renacentista y occidental. Por esta razón se identifica lo bello con una serie de valores como la armonía, el orden, la proporción, el equilibrio, la "sección de oro", etc., que son características propias del arte clásico europeo. Pero estos valores no garantizan siempre la esteticidad, como lo demuestra el hecho de que hay objetos que se consideran bellos sin ser armónicos o, al revés, que siendo armónicos no son bellos. Fueron cambios radicales en el arte los que obligaron a asignar a lo feo, lo grotesco, lo horrible, lo cómico, lo siniestro, un nuevo lugar en la historia de la estética. De ese modo se revaloran aquellos caminos recorridos en otros tiempos por otros tipos de artes de otras sociedades como el prehispánico o el negro africano, o también por artes como el gótico o el barroco que nunca se sometieron al imperio de lo bello clásico. El imperio de lo bello en Occidente comenzará a tambalearse con el arte barroco y, sobre todo, con el romanticismo y el arte moderno que transformaron radicalmente la sensibilidad estética.
Es importante subrayar que en nuestra sociedad hay muchas personas que se aferran a concepciones academicistas que reducen lo estético a lo "bello clásico" occidental, entendiendo por esto sólo las famosas "bellas artes". En los hechos se trataría de mantener a cada público en su guetto (público para la ópera, para la danza clásica, para la música de concierto, etc.). La debilidad de esta política artística es que su fundamentación teórica viene sustentada por individuos altamente burocratizados que creen que pueden encauzar la educación estética por la vía del conocimiento y de la reproducción de modelos clasicistas del arte europeo occidental. Estos esfuerzos se fundamentarían en el supuesto de que sólo puede haber conocimiento de lo inmutable y de lo idéntico y no de lo variable o lo diferente. Y sus padrinos filosóficos provienen no sólo de los altos directivos o de los llamados "expertos" de las organizaciones internacionales como la UNESCO, sino también de venerables filósofos como Platón y Aristóteles. Pero cualesquiera que sean los padrinos filosóficos de estas concepciones, resultan ya insostenibles. ¿No será que una de las razones que explican la pobreza de la educación estética en México y América Latina, sea justamente la de estar planteada desde fundamentos clasicistas y eurocéntricos? Para Sánchez Vázquez, hay necesidad de salir del circuito cerrado del arte occidental. No podemos seguir atrapados en este círculo vicioso ya que el conocimiento del arte se ha extendido en el espacio y el tiempo. Ya no se puede pretender que Europa tenga el privilegio de lo creativo. Ya no hay eternidad ni supremacía de las obras clásicas occidentales. Una educación estética no puede partir de la idea de que se trata sólo de difundir y promover ese tipo de arte, sino también de otros tipos de arte no europeos, como el prehispánico o el barroco indoamericano. En efecto, lo bello no se da sólo en el arte occidental. También lo hallamos en una escultura azteca como la Coatlicue, en una pirámide maya, una olla de barro de Tonalá o un tapiz del Cuzco.
Por otra parte, según los "expertos", una concepción de la educación estética entendida como resguardo de lo clásico, también se expresa en la enseñanza artística en el sistema de educación básica, media y superior. ¿Pero qué se gana con resguardar también aquí este clasicismo? Se trata simplemente de enseñar cierto número de reglas tradicionales. Después de una fase de aprendizaje se cree que el alumno debe aventurarse a lo nuevo. Pero ¿cuántos estudiantes dan este salto al vacío? ¿Cuántos tienen la suficiente fuerza después de haber sufrido un desgaste o castración de su creatividad? Seguramente nadie o muy pocos, ya que en los hechos se enseñan puras técnicas y casi nada de teoría. Se restringe la educación artística a una educación puramente técnica, es decir, a la simple acumulación de reglas. Una educación estética no puede consistir, pues, en un simple aprendizaje técnico sino que debe replantearse como formación fundamentada en una nueva teoría estética y que no se reduzca al conocimiento de lo "bello clásico" o de las "bellas artes".
¿La teoría de la educación estética de Sánchez Vázquez ofrece una alternativa frente a la enseñanza oficial? Al estar fundamentada en el marxismo, sugiere una perspectiva histórica, viva, en devenir, no fijada en estereotipos académicos que sólo buscan la reproducción de modelos caducos o la pura mercantilización del arte. Frente a las estéticas idealistas, que sitúan lo estético fuera de la historia y de su enfoque objetivo, racional, el marxismo nos ayuda a desentrañar las determinaciones históricas y sociales de la experiencia estética y del arte en particular. Con ello podemos comprender en la sociedad contemporánea los obstáculos que al despliegue de la creatividad levanta la mercantilización de los productos artísticos. En momentos en que se proclama la victoria del capitalismo neoliberal con su apología del "libre" mercado, se hace necesario criticar y rechazar la cada vez más creciente mercantilización del arte. Claro que no es fácil aceptar este tipo de planteamientos. Existen muchas objeciones en contra de una concepción marxista de la estética desde aquéllas que provienen de los historiadores, hasta de los mismos teóricos, profesores y filósofos posmodernistas, que niegan la posibilidad de que exista la estética en dichos términos. Así nos encontramos ante quienes, por razones empresariales, pragmáticas productivistas y eficientistas, juzgan lo estético como algo irrisorio, caduco, carente de interés, cosmopolita, insignificante, inútil o inoportuno. Ante estos juicios apresurados, Sánchez Vázquez ha señalado que responden a cierta ideología que es necesario disipar, ya que aunque resulta difícil convencer a quienes sólo esperan beneficios contantes y sonantes hay que insistir en que: “la experiencia estética o la práctica artística no son algo superfluo, un adorno de nuestra existencia, sino un elemento vital en toda sociedad, una necesidad humana que requiere ser satisfecha.”. (10)
Hay que reafirmar entonces que, frente a quienes defienden teorías estéticas tradicionales para justificar la mercantilización de los productos artísticos, la estética es útil en cuanto que satisface necesidades básicas de creación, expresión, comunicación y desautomatización de la vida enajenada. En este sentido es útil para enriquecer al ser humano. Es preocupante que la educación estética tenga problemas de alta comercialización a raíz del control privado de los medios de comunicación, los cuales justamente promueven en gran escala la enajenación y la fetichización del arte. Por eso tiene razón Sánchez Vázquez cuando señala que al hablar de la educación estética no se puede ignorar el condicionamiento impuesto por las instituciones sociales. En este caso, el condicionamiento impuesto por los medios masivos de comunicación resulta extremadamente perjudicial. Basta señalar el hecho de que cualquier exposición organizada viene acompañada con la venta de camisetas, llaveros y todo tipo de mercancía asociada a la imagen del artista. Pero lo grave no es sólo eso, sino que además dichos medios llegan a deformar el arte convirtiendo a los artistas en fetiches. En este sentido, la televisión, además de la escuela, constituye también un poderoso refuerzo para la conservación de la educación estética como puro conocimiento y adoración del arte europeo occidental.
Así pues, desde la perspectiva teórica de Sánchez Vázquez, la estética marxista tiene que enfrentar y resolver también este tipo de problemas. Claro que no todo en esa perspectiva teórica se mantiene vigente. No se puede negar que algunos conceptos han perdido actualidad. Por ejemplo, aquellas cuestiones acerca de opciones, dilemas o viejas polaridades como las de realismo o abstracción, compromiso político o libertad de creación, revolución en el arte o arte de la revolución. Estos problemas han dejado de ser vigentes ya que han sido rebasados por la misma realidad. Sin embargo, hay una serie de cuestiones que siguen vivas en la actualidad, como las relacionadas con el arte y la mercantilización, a las cuales todavía da respuesta una estética de inspiración marxista. Sánchez Vázquez considera que en tanto sigue resistiendo la prueba de la realidad, el marxismo es necesario y vital ya que puede todavía contribuir a esclarecer la práctica estética y artística con la finalidad de hacer un mundo más humano, sin explotadores y oprimidos. Así lo reafirma en su reciente libro De la estética de la recepción a una estética de la participación:“se justifica la necesidad de otra sociedad posible que, por su estructura económico social, construya las bases y condiciones favorables para enriquecer humanamente a sus miembros al socializar la creación”. (11)
Para finalizar esta ponencia no quisiera dejar de decir algunas breves palabras sobre este importante libro que asume el desafío de explicar y valorar el nuevo arte virtual, digital, computarizado, que fascina a la juventud y se desarrolla como el instrumento ideológico más eficaz de la globalización. Por más que este arte nos seduzca por sus supuestas e ilimitadas posibilidades de participación, la conclusión de Sánchez Vázquez es negativa, ya que el aspecto semántico, significativo y reflexivo del arte queda anulado en la recepción ante la preeminencia del sensualismo más elemental. Sin embargo no descarta que estas nuevas tecnologías puedan adquirir cierto valor estético en una sociedad alternativa a la sociedad enajenada, capitalista en que vivimos.
Conclusión
Aunque en la primera fase de Sánchez Vázquez hay una teoría de la dialéctica de la producción y el consumo del arte, sin embargo será en la tercera fase donde dicha teoría adquiere su formulación completa con la crítica a la estética de la recepción y del nuevo arte digital, virtual y computarizado. Por la congruencia y coherencia teórica demostrada a lo largo de más de 50 años, se podría asegurar que la mayoría de las aportaciones de Sánchez Vázquez a la estética marxista estrechamente vinculadas a sus aportaciones filosóficas y políticas, mantienen su validez. Por esta razón hay que considerar seriamente sus propuestas. En el contexto actual de transformación del sistema educativo, esas propuestas pueden ser altamente apreciadas para replantear la educación artística como educación estética. Si no hay reflexión ni debate sobre la política cultural, educativa y artística, la modernización de nuestra sociedad corre el peligro de convertirse en un proceso puramente tecnocrático y totalmente deshumanizado. De una u otra manera, a Sánchez Vázquez mucho le debemos en el magisterio, y en el libre ejercicio de la cátedra universitaria, no sólo en España y México sino también en la mayoría de los países de América Latina. Gracias por su congruencia Maestro y ¡muchas felicidades!.

NOTAS
(1) Adolfo Sánchez Vázquez, Las ideas estéticas de Marx, Ed. Era, México,
1965, p.44.
(2) Adolfo Sanchez Vázquez, La pintura como lenguaje, Universidad
Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 1975.
(3) Adolfo Sánchez Vázquez, Estética y marxismo, antología en 2 volúmenes,
Ediciones Era, México, 1979
(4) Adolfo Sánchez Vázquez, “Socialización de la creación o muerte del
arte”, en Ensayos obre arte y marxismo, Grijalbo, México, 1984.
(5) Ramón Xirau “¿Es el capitalismo hostil al arte?, Luis Cardoza y Aragón,
“Prolegómenos a una estética marxista”, en Gabriel Vargas (Editor) En
torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez, Facultad de Filosofía y
Letras, UNAM, México, 1995.
(6) Adolfo Sánchez Vázquez, “A Xirau: hacer real una sociedad ideal”, en
Gabriel Vargas (Editor) En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez,
op.cit. p.366.
(7) Adolfo Sánchez Vázquez, Invitación a la estética, Grijalbo, México, 1992.
(8) Adolfo Sánchez Vázquez, “Prolegómenos a una teoría de la educación
estética” (texto de 1982). Se encuentra en el libro Cuestiones artísticas y
estéticas contemporáneas, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.
(9) Invitación a la estética, op. cit. p.18.
(10) Ibid. . p. 34.
(11) Adolfo Sánchez Vázquez, De la estética de la recepción a una estética de la
participación, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 2005, p.103