En los primeros tiempos difíciles del exilio, Sánchez Vázquez decidió reingresar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM inscribiéndose en filosofía. Su tesis de maestría fue Conciencia y realidad en la obra de arte . A fines de los años 50 dio un viraje radical a raíz de su descubrimiento de las obras juveniles de Marx. En los Manuscritos económico- filosóficos de 1844 encontró una concepción del hombre diferente de las versiones marxistas cientificistas dogmáticas. Así comenzó una etapa donde progresivamente rompió con la estética del realismo socialista. Vale la pena referir a grandes rasgos este progresivo proceso de ruptura. En 1961 publicó en Diánoa el artículo “Las ideas estéticas en los Manuscritos económicos filosóficos de Marx”. Este artículo se publicó también en Cuba ejerciendo una notable influencia en la política cultural revolucionaria y pasó a formar parte de su libro Las ideas estéticas de Marx en 1965. En este libro el autor destaca tres ideas centrales: 1) la idea del trabajo creador como algo que caracteriza al arte; 2) el realismo como una forma de arte entre otras (y no como El Arte con mayúsculas; por muy importante que fuera el realismo para la estética marxista como teoría de la práctica artística en toda su riqueza y variedad, es un modo, entre otros, de producir arte), y 3) la idea de la hostilidad capitalista frente al trabajo creador. Esto último significa que cuando el mercado supedita el arte se produce entre otras cosas la desvalorización del arte creador y su reemplazo por el seudo arte o “arte de masas”. Lo que predomina no es el valor estético sino la rentabilidad. De los Manuscritos económico- filosóficos de Marx, Sánchez Vázquez extrajo la crítica al capitalismo con base en la cuestión del trabajo creador y el trabajo enajenado. Bajo el capitalismo el arte se presenta como capacidad negada en el trabajo. La tesis de Marx consistía en que al ser negada esa capacidad creadora se producía una hostilidad debido a la naturaleza misma de ese tipo de sociedad.
La concepción del arte como trabajo creador le permitió a Sánchez Vázquez entender con un criterio abierto y amplio el arte de diferentes épocas históricas. De este planteamiento sobre el carácter plural del trabajo artístico pasó a teorizar en torno de la necesaria pluralidad teórica de las concepciones estéticas. De ahí salió su antología Estética y marxismo en dos volúmenes. En la Introducción planteó ciertos principios y problemas fundamentales: 1) El hombre como ser creador por el trabajo; 2) la historia y no los principios suprahumanos que inciden en el arte; 3) la sociedad como conjunto de individuos concretos; 4) el arte y la obra; 5) la situación del arte bajo el socialismo; y 6) el realismo socialista vinculado al estalinismo. El criterio para incluir a los autores fue el de haberse constituido en esos años en los pioneros de la renovación del pensamiento marxista (como Walter Benjamín, Brecht, Lukács, Della Volpe, Caudwell, Lifschitz, Ernst Fischer y Henri Lefevbre). El autor pensó en actualizar esta antología a partir de la necesidad de nuevos planteamientos como Macherey, Jameson, Terry Eagleton, Valeriano Bozal, Giusseppe Prestipino, Tertulian, Raymond Williams, Borev, Stolovich, Ferreira Gullar, José Revueltas, Néstor García Canclini, Morawsky y muchos otros. Aunque Sánchez Vázquez estuvo trabajando en la década de 1980 la obra quedó como muchas otras obras en “estado de preparación”.
Después de la antología de Estética y marxismo, publicó diversos ensayos sobre la estética de Galvano Della Volpe, Yuri Lotman, Sartre, Diego Rivera, José Revueltas y abordó problemas específicos como la relación entre la ideología en la literatura (Tolstoi), el problema de la socialización y de la muerte del arte; la relación entre el arte moderno y el posmodernismo.
En sus cursos y seminarios de estética entre 1990 y 2000 desarrolló cuestiones centrales que luego conformaron su libro Invitación a la estética. Aquí no se propuso desarrollar una estética marxista sino una estética en general, sin adjetivos, aunque subrayó que se sigue inspirando en los principios teóricos y metodológicos de Marx:
A medida que he ido penetrando en el campo de la estética cada vez he sido más cauteloso en calificar esta disciplina como marxista y he preferido caracterizarla como una estética de inspiración marxista, en cuanto se vale de principios básicos del marxismo acerca del hombre, la sociedad, la historia y el método de conocimiento, a la vez que se abre a todo lo que, para enriquecer la explicación de la experiencia estética y del arte en particular, provenga de otras corrientes de pensamiento y de otras disciplinas.
El autor reflexiona sobre la validez de la estética, refutando las críticas de que objetan su necesidad en la sociedad, además de las que la reducen al arte. Para Sánchez Vázquez tan falso es justificar la inutilidad de la estética como reducirla a lo artístico. La estética es una necesidad social (¿qué sería de una sociedad sin poesía? Obviamente un sistema totalitario, es decir, únicamente abierto al lenguaje de la ciencia y la tecnología donde los humanos se vuelven máquinas). Cuando se reduce la estética al arte no se ve que además de las galerías y los museos existen otros espacios donde se desarrolla la relación estética como por ejemplo en la vida cotidiana, la artesanía y en la naturaleza (también son obras de arte como un crepúsculo, una flor, un tejido indígena, etcétera). En la segunda parte del libro analiza el objeto y el sujeto en una situación estética, y las determinaciones o categorías de los estético (lo bello, lo feo, lo sublime lo trágico, lo cómico y lo grotesco). El argumento del autor en este punto es que la estética no se reduce a lo bello (eso es propio de una estética clasicista y eurocéntrica).
El último libro publicado sobre arte y estética es De la estética de la recepción a una estética de la participación. Aquí examina el papel de la recepción en el arte ¿cómo se desarrolla la relación con el lector o espectador? Hasta ahora la estética tradicional se preocupó solo del autor o creador. Con base en Hans R. Jauss y Wolfgan Iser, se propuso analizar las aplicaciones de la socialización de la obra de arte en el entendido de que los nuevos desarrollos de la tecnología (como la industria digital y la computación) permiten otros usos de la obra de arte. Sánchez Vázquez criticó a los teóricos de la recepción por limitarse a lo ideal y no ver la materialidad del proceso ni el papel o la participación activa de los receptores. Entre otras cosas criticó el bajo nivel estético y las posibilidades limitadas de acceder a una conciencia estética en el arte digital y computarizado.
La concepción del arte como trabajo creador le permitió a Sánchez Vázquez entender con un criterio abierto y amplio el arte de diferentes épocas históricas. De este planteamiento sobre el carácter plural del trabajo artístico pasó a teorizar en torno de la necesaria pluralidad teórica de las concepciones estéticas. De ahí salió su antología Estética y marxismo en dos volúmenes. En la Introducción planteó ciertos principios y problemas fundamentales: 1) El hombre como ser creador por el trabajo; 2) la historia y no los principios suprahumanos que inciden en el arte; 3) la sociedad como conjunto de individuos concretos; 4) el arte y la obra; 5) la situación del arte bajo el socialismo; y 6) el realismo socialista vinculado al estalinismo. El criterio para incluir a los autores fue el de haberse constituido en esos años en los pioneros de la renovación del pensamiento marxista (como Walter Benjamín, Brecht, Lukács, Della Volpe, Caudwell, Lifschitz, Ernst Fischer y Henri Lefevbre). El autor pensó en actualizar esta antología a partir de la necesidad de nuevos planteamientos como Macherey, Jameson, Terry Eagleton, Valeriano Bozal, Giusseppe Prestipino, Tertulian, Raymond Williams, Borev, Stolovich, Ferreira Gullar, José Revueltas, Néstor García Canclini, Morawsky y muchos otros. Aunque Sánchez Vázquez estuvo trabajando en la década de 1980 la obra quedó como muchas otras obras en “estado de preparación”.
Después de la antología de Estética y marxismo, publicó diversos ensayos sobre la estética de Galvano Della Volpe, Yuri Lotman, Sartre, Diego Rivera, José Revueltas y abordó problemas específicos como la relación entre la ideología en la literatura (Tolstoi), el problema de la socialización y de la muerte del arte; la relación entre el arte moderno y el posmodernismo.
En sus cursos y seminarios de estética entre 1990 y 2000 desarrolló cuestiones centrales que luego conformaron su libro Invitación a la estética. Aquí no se propuso desarrollar una estética marxista sino una estética en general, sin adjetivos, aunque subrayó que se sigue inspirando en los principios teóricos y metodológicos de Marx:
A medida que he ido penetrando en el campo de la estética cada vez he sido más cauteloso en calificar esta disciplina como marxista y he preferido caracterizarla como una estética de inspiración marxista, en cuanto se vale de principios básicos del marxismo acerca del hombre, la sociedad, la historia y el método de conocimiento, a la vez que se abre a todo lo que, para enriquecer la explicación de la experiencia estética y del arte en particular, provenga de otras corrientes de pensamiento y de otras disciplinas.
El autor reflexiona sobre la validez de la estética, refutando las críticas de que objetan su necesidad en la sociedad, además de las que la reducen al arte. Para Sánchez Vázquez tan falso es justificar la inutilidad de la estética como reducirla a lo artístico. La estética es una necesidad social (¿qué sería de una sociedad sin poesía? Obviamente un sistema totalitario, es decir, únicamente abierto al lenguaje de la ciencia y la tecnología donde los humanos se vuelven máquinas). Cuando se reduce la estética al arte no se ve que además de las galerías y los museos existen otros espacios donde se desarrolla la relación estética como por ejemplo en la vida cotidiana, la artesanía y en la naturaleza (también son obras de arte como un crepúsculo, una flor, un tejido indígena, etcétera). En la segunda parte del libro analiza el objeto y el sujeto en una situación estética, y las determinaciones o categorías de los estético (lo bello, lo feo, lo sublime lo trágico, lo cómico y lo grotesco). El argumento del autor en este punto es que la estética no se reduce a lo bello (eso es propio de una estética clasicista y eurocéntrica).
El último libro publicado sobre arte y estética es De la estética de la recepción a una estética de la participación. Aquí examina el papel de la recepción en el arte ¿cómo se desarrolla la relación con el lector o espectador? Hasta ahora la estética tradicional se preocupó solo del autor o creador. Con base en Hans R. Jauss y Wolfgan Iser, se propuso analizar las aplicaciones de la socialización de la obra de arte en el entendido de que los nuevos desarrollos de la tecnología (como la industria digital y la computación) permiten otros usos de la obra de arte. Sánchez Vázquez criticó a los teóricos de la recepción por limitarse a lo ideal y no ver la materialidad del proceso ni el papel o la participación activa de los receptores. Entre otras cosas criticó el bajo nivel estético y las posibilidades limitadas de acceder a una conciencia estética en el arte digital y computarizado.