17.5.09

Filosofía e ideología


Samuel Arriarán

Una de las dificultades cotidianas con las que tropezamos los estudiantes y los lectores no conformes con la simple divulgación del marxismo es la de no poder tener a la mano los trabajos de autores publicados en otras ciudades del país y del extranjero. Quizá ante esta necesidad, se editaron nueve ensayos dispersos de Adolfo Sánchez Vázquez que facilitan el mayor conocimiento de una obra reconocida por su originalidad y que convierte a su autor en uno de los filósofos marxistas más importantes a nivel nacional e internacional.

Los trabajos reunidos en el libro Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología, elaborados entre 1975 y 1988, abordan temas como la función práctica de la filosofía, su historia y su enseñanza, la crítica a la doctrina de la "neutralidad ideológica" en las ciencias sociales y las distintas inserciones de la ideología en la filosofía, la literatura, la tecnología. Nueve ensayos que nos ofrecen la particular concepción crítica del autor sobre el marxismo. En ellos, Adolfo Sánchez Vázquez dice que la revolución filosófica de Marx no sólo consiste en un cambio de objeto de reflexión (ya no contemplar el mundo, como lo hacían las filosofías anteriores -de Platón a Hegel-, sino en la transformación de la filosofía misma. En este sentido, afirma que la filosofía de Marx es filosofía de la revolución en sentido teórico y práctico, ya que se hace desde una opción práctica (transformar el mundo) y a la vez desde una opción ideológica, pues corresponde al punto de vista de la clase que busca la transformación, hecho que transforma la teoría misma.[1]

Por lo anterior, el autor plantea que el marxismo representa una innovación radical en la filosofía. Su novedad estriba en ser una nueva práctica de la filosofía misma, justamente por ser una filosofía de la práctica[2]. Sobre esa base, Sánchez Vázquez concibe el marxismo cumpliendo varias funciones en la práctica:

1. Como crítica de la realidad existente y crítica de las ideologías (función ideológica).
2. Como compromiso con las fuerzas sociales revolucionarias que ejercen la
crítica real (función crítica).
3. Como laboratorio de los conceptos y categorías de análisis indispensables para trazar
y aplicar una línea de acción (función gnoseológica).
4. Como autocrítica que le impida alejarse de la acción real, paralizarse o arrojarse en la
utopía o en la aventura (función autocrítica).

La filosofía así entendida por Sánchez Vázquez, no sólo es teórica (ya que como él mismo dice "nunca puede dejar de serlo") sino también teórica-práctica, en cuanto es filosofía de la revolución que se integra en la revolución, en el sentido amplio que corresponde a la ideología revolucionaria del proletariado. Tal es la originalidad de Sánchez Vázquez al situar el plano en el que se opera la transformación profunda que Marx lleva a cabo en la historia de la filosofía.[3]

Ahora bien, ¿cómo explica el autor la eficacia de la teoría en la transformación social? Según él, para transformar se requiere la interpretación del mundo que queremos transformar, pero esta interpretación debe ser adecuada a la realidad y ligada conscientemente a la práctica. De este modo la teoría cumple una función práctica, no de por sí, ya que las ideas en sí mismas no cambian nada, sino en virtud de su nexo con la práctica. No hay pues rechazo de la teoría, sino al contrario, reconocimiento de su elevado papel cuando está al servicio de la transformación del mundo y cuando en esta transformación, en la práctica, encuentra su fundamento, su fin, y su criterio de verificación. El problema de la verdad del conocimiento no se puede plantear al margen de la práctica, ya que es en ella donde el pensamiento tiene que demostrar su poder y su verdad.

Al llegar a este punto advertimos que el razonamiento del autor se funde con Marx y Engels, quienes pensaron al socialismo como la fusión de la teoría y del movimiento obrero. Ahora bien, teniendo esto presente nos preguntamos: ¿cómo se explica que después de ellos hasta nuestros días, el pensamiento marxista haya perdido esa justa concepción de la práctica y de ésta con la teoría? ¿la crisis del marxismo no se debe acaso a las diferentes incomprensiones en torno a este problema, justamente por no ser puramente teórico sino también práctico? Según la explicación de Sánchez Vázquez, el oportunismo y el revisionismo de la socialdemocracia europea (cuyos máximos representantes fueron K. Kautsky y E. Bernstein) consistió en destruir esa unión, concibiendo al socialismo como un ideal ético o una ciencia empírica sin relación con el movimiento obrero, al margen de toda organización política que dirija su acción.

Además, el énfasis excesivo en la práctica, desdeñando toda intervención de la teoría, dio como resultado el utopismo (no tomar en cuenta que los hombres se organizan para cambiar), y el aventurerismo (no tomar en cuenta las condiciones objetivas y derivar en la acción por la acción como divertimiento radical o preocupación diaria por la toma de poder). Esto último fue algo que caracterizó a la mayoría de los movimientos ultraizquierdistas de América Latina (con alguna excepción como el FSLN en Nicaragua o el FMLN en el Salvador, durante la década de los 70). Pero en el resto de los movimientos guerrilleros predominó está concepción foquista, militarista y totalmente despreocupada de la teoría política.

La crítica de Sánchez Vázquez también apunta a las pretensiones de elevar la teoría al plano de lo absoluto, olvidando la interpretación de la práctica en la teoría. Este teoricismo, dice el autor, "al concebir la teoría como un saber aparte, puede tener consecuencias prácticas muy peligrosas: la de una concepción elitista del saber (de un grupo o un sector) de origen platónico, con lo cual se reproduce la división de la sociedad entre los que saben y mandan de un lado, y los que al no saber, sólo les toca dejarse gobernar por los depositarios de este saber".[4]

Por otra parte, en sus ensayos: “¿Qué hacer con la historia de la filosofía?” y “¿Por qué y para qué enseñar filosofía?”, Sánchez Vázquez ofrece al lector materiales de análisis fundamentales para comprender cómo la ideología se transmite a través de la filosofía. Es importante reflexionar sobre estos planteamientos sobre todo cuando se subestima la enseñanza de la filosofía reduciéndola a una labor poco útil o completamente inútil cuando se trata de obtener ganancias contantes y sonantes. Frente a este utilitarismo que identifica la producción filosófica con la producción de automóviles o jabones, hay que responder que el fin de la filosofía no es producir objetos de consumo sino más bien motivar a las personas a pensar por cuenta propia para no ser reducidos a esclavos que únicamente ejecutan órdenes de manera mecánica. Esto es lo que sucede cuando los gobernantes eliminan la enseñanza de la filosofía. Suprimir la filosofía en la sociedad no sólo significa suprimir el pensamiento crítico sino también la posibilidad de diferenciar el bien del mal, la justicia y la injusticia. Lo peor que puede suceder en una sociedad es que las personas no piensen ni tomen actitudes morales. Por esta razón Sánchez Vázquez destaca el aporte de Marx a la historia de la filosofía. Ciertamente hubo en la historia muchos filósofos que llamaron la atención de la necesidad de la filosofía, pero ninguno como Marx subrayó las implicaciones de la ética como conciencia de las relaciones de poder y de explotación.

En otro ensayo, Sánchez Vázquez aborda el problema de la ideología del autor y la ideología en la obra; destaca el análisis que hace Lenin de la obra de Tolstoy diferenciando las ideas cristianas y utópicas del autor al margen de la obra y las ideas encarnadas en la obra en cuanto aportan conocimientos de la revolución. Lo que importa no son las intenciones del autor, sino las ideas tal y como se dan en la obra, como contenido ya elaborado que ha recibido una forma. En este ensayo, Sánchez Vázquez dice que Lenin considera a Tolstoy "espejo de la revolución" a pesar de que este espejo sea contradictorio. Lenin admira su capacidad de recrear aspectos esenciales de la revolución pese a sostener una ideología contraria a ella.[5]

En su ensayo titulado “Racionalismo tecnológico, ideología y política”, Sánchez Vázquez expone su concepción de un marxismo vivo y creador, abordando las nuevas contradicciones de la tecnología en el mundo contemporáneo. Destaca la paradoja de que el desenvolvimiento de la perfección racional, encuentra su máxima irracionalidad en el carácter deformado de la producción de bienes de exterminio humano. Analiza las ideas de Marx en el contexto actual que confirma la tesis del desempleo y la miseria como contradicción del desarrollo inevitable y creciente de la tecnología. Sánchez Vázquez somete a crítica las posiciones nihilistas de autores como Rudolph Bahro y Wolfgan Harig, que proponen evitar la catástrofe ecológica con una detención del progreso tecnológico, no ya en las condiciones actuales del capitalismo o del tránsito al socialismo, sino con vistas a la sociedad superior comunista. El problema de estas posiciones es que ellas implican identificar la tecnología con el dominio. El carácter ideológico del racionalismo tecnológico enmascara el dominio político de la clase dominante como dominio tecnológico, pero además la ideología se manifiesta en el intento de borrar los antagonismos de clase. Estas posiciones, según Sánchez Vázquez, pierden de vista el hecho de que el mal no está en la racionalidad tecnológica misma, sino en los fines a los que sirve en el capitalismo imperialista actual; por ello no se puede renunciar al uso racional y al desarrollo de la tecnología en los países desarrollados, ni subdesarrollados, aunque hasta ahora haya servido sólo para generar una mayor miseria y opresión. Por todo lo anterior, dice, es necesario plantearse una nueva estrategia atendiendo a un cambio de fines. De lo que se trata, agrega, es de un problema político en cuanto se requiere de una acción urgente transformadora de las relaciones sociales que determinan la orientación, el ritmo y el uso de la tecnología.

Vemos, pues, que Sánchez Vázquez no trata de mantenerse aferrado en el modelo clásico de Marx y Engels. Plantea con su trabajo filosófico, la necesidad de tomar en cuenta al alto desarrollo tecnológico y las posibilidades de la clase obrera en una nueva situación histórica; aquí encontramos una vez más una manifestación del marxismo crítico, abierto y antidogmático del autor, ya que como él mismo dice: "ser marxista no es ser fiel a la letra de Marx sino a su espíritu, es decir, a su estar siempre atento al movimiento de lo real".




[1] Véase esta tesis en el ensayo “El punto de vista de la práctica en la filosofía”.
[2] “La filosofía de la praxis como nueva práctica de la filosofía”.
[3] “Las revoluciones filosóficas: de Kant a Marx”.

[4] “El punto de vista de la práctica en la filosofía”.

[5] “Literatura e ideología: Lenin ante Tolstoy.”