20.4.09

Una filosofía radical


Samuel Arriarán

Filosofía y circunstancias. Así se titula uno de los últimos libros de Adolfo Sánchez Vázquez (coedición de la UNAM y Anthropos). Lo que más me llama la atención en este libro es que, en él, se encuentran (además de importantes textos recientes, hasta ahora inéditos), muchos de los célebres ensayos donde se exponen las tesis centrales de la filosofía de la praxis, que han contribuido a formar el pensamiento de varias generaciones en México. Entre esas tesis están la necesidad de insertar la filosofía en el proyecto de transformación social, de defender el carácter racional de la filosofía y de situar el proyecto emancipador de Marx en un marco de racionalidad. Lo interesante es que al volver a leer estos ensayos, se los puede reinterpretar y revalorar desde nuevas miradas o perspectivas a la luz de lo que sucede actualmente. ¿Puede sostenerse su validez hoy cuando las circunstancias en que fueron escritos parecen haber cambiado? Yo me atrevería a opinar que nos encontramos ante una paradoja. Aunque el mundo se ha modificado mucho, especialmente a raíz del derrumbe del "socialismo real", en el fondo, las circunstancias son las mismas, ya que corresponden a la necesidad de luchar por una nueva sociedad frente a los excesos de la modernidad capitalista. Cuando el autor escribió esos textos no deseaba (ni desea hoy) que la filosofía se reduzca a la legitimación ideológica del orden social establecido. Tampoco aceptaba (ni acepta hoy) la cómoda posición de los filósofos "puros" aislados en su torre de marfil para no comprometerse con las exigencias de la transformación social.
O sea que, en principio, yo no estaría muy de acuerdo con el autor al sugerir (en el prólogo) la posibilidad de que los ensayos del libro acusen o resientan mucho las huellas del tiempo. No quiero decir que las circunstancias no han pesado. Creo que sí pesan, lo cual es natural, pero no en todos de la misma manera, sino en pocos, y por razones que son comprensibles. El peso de las circunstancias es innegable. Por ejemplo cuando el autor acentuaba la oposición ciencia e ideología (por la necesidad del combatir el aventurerismo anarquista y los errores estratégicos de los movimientos ultradicales).
Así pues, creo que la mayor parte de las ideas expuestas en este libro, re-examinadas a la luz de la situación actual, no han perdido su vigencia. Me parece que siguen teniendo actualidad por una doble razón: en primer lugar, porque la sociedad capitalista (en su fase neoliberal) se encuentra ante una grave crisis y, en segundo lugar, por las consecuencias que dicha crisis tiene para la reformulación de la filosofía en México y en América Latina.
Lo que quisiera subrayar, entonces, es que dichos ensayos reaparecen en un buen momento político, social, es decir en una coyuntura favorable para la reactivación de las fuerzas sociales que luchan contra el capitalismo. Si tenemos en cuenta las circunstancias impuestas por la modernidad capitalista (que no son situaciones tan ocasionales) se comprende que la filosofía de Sánchez Vázquez, no ha cambiado.
Javier Muguerza tiene razón cuando en la introducción del libro, explica que los acontecimientos esperanzadores que vivió el autor fueron principalmente a partir de su inserción en los problemas de América Latina. En este sentido indica, por ejemplo, que para probar la recepción de un marxismo creativo, el autor recurre siempre a Mariátegui y a nuestras revoluciones de la independencia. Yo añadiría que, sin perder nunca de vista a España, y muy dentro de los problemas de América Latina, lo principal es que la teoría política de Sánchez Vázquez mantiene su enfoque filosófico radical. Por ello es que actualmente adquiere una proyección de lucha contra el capitalismo neoliberal. Por supuesto que necesito matizar un poco y precisar que el neoliberalismo no es otra cosa que la continuación bajo una nueva forma del sistema de organización capitalista. Esto significa que su funcionamiento estructural es el mismo. Se trata de la misma política de bajos salarios, de gradual eliminación de obstáculos para la circulación de mercancías para mayor enriquecimiento de los ricos y la consiguiente política de explotación y opresión de los más pobres. O sea que si caracterizamos el neoliberalismo como una continuación de la forma básica de organización capitalista, la filosofía política de Sánchez Vázquez apunta hoy (igual que ayer) a la crítica radical de ese conjunto de mecanismos económicos y políticos para garantizar que los ricos mantengan el tipo de sociedad que consideran necesario.
Para argumentar y fundamentar mi opinión, dividiré los ensayos del libro en dos grupos. En la medida en que para el autor la historia de la filosofía no consiste en un filosofar en general, sino en tipos concretos de filosofar, dichos ensayos se pueden agrupar de la siguiente manera:
Primero. Aquellos que se refieren a los tipos de filosofar concretos como el de Kant, Hegel, Marx, de los filósofos mexicanos, del exilio español y el posmodernismo. En estos ensayos no puedo dejar de destacar el esfuerzo de apreciación crítica de la historia de la filosofía en México. Considero que esta apreciación es muy necesaria y útil para la consolidación de la comunidad filosófica iberoamericana, tan largamente anhelada. Ya el solo hecho de seguir hablándonos de la filosofía de Marx resulta muy alentador, pero también es significativo que el autor nos hable en este libro de filósofos tan cercanos a nosotros como Leopoldo Zea, Juliana González, Luis Villoro, Carlos Pereyra, Eli de Gortari, José Revueltas, Joaquín y Ramón Xirau, Manuel Sacristán, José Gaos, García Bacca, Emilio Uranga, y muchos otros que debemos recordar ya ellos nos transmiten la concepción de la filosofía como una reflexión vital y creativa.
Segundo. Hay otra clase de ensayos que se refieren al lugar que tiene la política en la filosofía de Sánchez Vázquez. Aquí se tratan los temas del poder, la democracia, la libertad, el Estado, etcétera. En estos ensayos se exponen, por ejemplo, la tesis de la filosofía de la praxis como filosofía de la transformación radical.
A continuación voy a referirme a algunos de los ensayos que a mi juicio resisten más el peso de las circunstancias, y al final me referiré a aquellos que quizá requerirían algunos ajustes.
Entre los ensayos que no necesitan que se les cambie ni una coma, están aquellos que contienen las tesis centrales de la filosofía de la praxis. Son aquellos que principalmente conectan la filosofía de la praxis con el movimiento del proletariado. Cuando el autor se refiere al proletariado como una clase revolucionaria, significa que por ser la clase más explotada, es la más interesada en la construcción del socialismo. El proletariado es revolucionario frente a la burguesía porque habiendo surgido de la industria, aspira, en lo económico, a liberar la producción de su carácter productivista, y en lo político a alcanzar la democracia más allá de los límites que impone el sistema capitalista.
Ahora bien, uno de los problemas que se derivan de lo anterior es: en cierto tipo de sociedades con poco desarrollo proletario (como América Latina) ¿se puede sostener un enfoque donde se subraya las contradicciones de clase?. Luis Villoro por ejemplo, ha señalado que el motivo por el que la ideología socialista no prendió en México, se debió justamente por ser un "país capitalista de escaso desarrollo proletario". Claro que este señalamiento tendría razón si el concepto de proletariado se redujera a la clase obrera, es decir a quienes ejercen el trabajo manual. Pero para Sánchez Vázquez, dicho concepto es más amplio ya que abarca a todos los asalariados, e incluye demandas que no son exclusivamente de clase. Esto significa que junto a las reivindicaciones de la clase obrera, se reivindican también las que corresponden a los movimientos nacionales, étnicos, de género, etcétera. Este planteamiento, constituye a mi juicio, una base sólida de reflexión que nos invita a continuar descubriendo problemas. A esta invitación podemos responder sin apartarnos de las tesis centrales de su filosofía de la praxis.
Un nuevo y difícil problema se nos plantea cuando vemos que hay sociedades donde además de existir poco desarrollo del proletariado, hay importantes diferencias culturales, es decir, sociedades donde no resulta fácil aplicar categorías de análisis concebidas originalmente para las sociedades capitalistas de Europa occidental. No se puede afirmar que el autor elude esta cuestión ya que a ella se refiere en varias partes del libro, por ejemplo en "Mitos y realidades de la identidad" o en "La filosofía sin más ni menos", además de los textos dedicados a Carlos Pereyra (a quien por cierto, debemos recordarle especialmente por haber sido de los primeros que en México, hace muchos años, nos habló de la importancia de la sociedad civil y de la cuestión nacional).
Sánchez Vázquez, que fue maestro de Carlos Pereyra, señalaba que es necesario repensar el marxismo a partir de la posibilidad de articular las contradicciones de clase con las contradicciones culturales y nacionales. Discutiendo también con filósofos como Leopoldo Zea, nos planteaba ¿qué hacer para no latinoamericanizar la filosofía? ¿cómo conciliar teórica y moralmente desde el marxismo la lógica del desarrollo de las fuerzas productivas con la realidad pluricultural y pluriétnica de América Latina?

Lo que captaron muy bien poetas como Luis Cernuda o intentaron captar filósofos tan sensibles como Joaquín Xirau, es justamente lo diferente: no lo que distingue por su liberalismo a América Latina de la España absolutista y "eterna", sino lo que está en las raíces prehispánicas y que se trató de extirpar. Además de Sánchez Vázquez, hay otro marxista en América Latina, que se dio cuenta de esta situación. Fue el peruano José Carlos Mariátegui, quien habló de la necesidad de un socialismo no europeo, es decir, de un socialismo que no fuera calco y copia. Para Mariátegui, es posible combinar el socialismo con la realidad pluricultural y pluriétnica. Obviamente que este tipo de filosofar se salió del dogmatismo de la época. Para la mayoría de los marxistas latinoamericanos las diferencias culturales eran incompatibles con el desarrollo de las fuerzas productivas. Precisamente ese desarrollo implicaba sacrificar las tradiciones locales ya que ellas constituían elementos relacionados con el atraso.
Desgraciadamente, la respuesta a la concepción socialista de Mariátegui fue descalificarlo como "populista", una expresión que antes se usó para desacreditar la teoría de los populistas rusos, cuando planteaban la posibilidad de conservar elementos de la comuna rural y pasar de ahí al socialismo. Conocemos la opinión de Marx frente a este problema cuando en sus reflexiones sobre el porvenir de la comuna rural rusa admitió que no era una posibilidad descabellada o fuera de sentido. Para Marx, se podía evitar los riesgos y las implicaciones negativas del paso necesario por el capitalismo. Si se podía pasar de la comuna rural al socialismo, esto significaba que se podía evitar las penurias del capitalismo y del desarrollo contradictorio de las fuerzas productivas.
"Para poder enjuiciar con conocimiento propio las bases del desarrollo de Rusia, -dice Marx- he aprendido el ruso y estudiado durante muchos años memorias oficiales y otras publicaciones referentes a esta materia. Y he llegado al resultado siguiente: si Rusia sigue marchando por el camino que viene recorriendo desde 1861, desperdiciará la más hermosa ocasión que la historia ha ofrecido jamás a un pueblo para esquivar todas las fatales vicisitudes del régimen capitalista." (C.Marx, "Carta a la redacción de Otiéchestviennie Zapiski", en Escritos sobre Rusia II.El porvenir de la comuna rural rusa, Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1980, p.63.)
O sea que para pensar el problema sobre el modo en se puede conciliar el desarrollo de las fuerzas productivas con la realidad multicultural y pluriétnica de América Latina, necesitamos desarrollar estos apuntalamientos de Marx, relativizando la idea del desarrollo lineal de la historia y cuestionando radicalmente la idea de que el progreso implica forzosamente liquidar los elementos premodernos. Porque hoy en día está en crisis el paradigma del productivismo de la modernidad hay que buscar otras formas de racionalidad y de organización social. Esto significa que podemos pensar en la posibilidad de otra modernidad no productivista ni mercantilista a partir de las tradiciones culturales de nuestros pueblos, y no necesariamente de las exigencias universales de un supuesto progreso económico. Una de las aportaciones más valiosas de Sánchez Vázquez para esclarecer este difícil problema, consiste en remitirnos a Marx, pero no a ese Marx repetido por los marxistas cientificistas y eurocéntricos, sino al otro Marx, al de los escritos que cuestionan toda teleología o marcha inevitable hacia un fin de la historia. Aquel Marx desconocido que expresaba su oposición a una filosofía de la historia universal que sería meta-histórica. Vale la pena citar otra vez a ese Marx que respondía a uno de sus críticos de la siguiente manera: "A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental en una teoría filosófico-histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos... (esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio.)" (C.Marx, Ibid.,pp.64-65)
Con base en esta teoría de la historia, no lineal ni evolutiva, Sánchez Vázquez nos permite elaborar nuevas reflexiones sobre la posibilidad de vislumbrar una nueva sociedad para América Latina. Y para alcanzar esa nueva sociedad, debemos tener también en cuenta su opinión de no intentar imitar el modelo del "socialismo real" (que fue también una forma de productivismo igual que la modernidad capitalista). El fin del capitalismo es también el establecimiento de una cultura socialista pluripartidista. Para que se construya este tipo de cultura, el proletariado necesita de otra opción democrática (nuestra opción - insiste el autor- es la que admite en su seno la pluralidad y la diferencia). Al desarrollar un estado monopartidista, burocrático, sin democracia, el "socialismo real" eliminó toda posibilidad de renovación interna. El stalinismo al liquidar a todo tipo de oposición cerró el camino a la transición del socialismo.
Ahora bien, condenar este acontecimiento que ocasionó el retorno del capitalismo, no significa desembocar en una filosofía posmoderna, nihilista, de total pesimismo histórico, ya que la democracia y el pluralismo político en el socialismo, deben considerarse como posibilidades todavía no realizadas.Al reafirmar la esperanza sobre la viabilidad del socialismo en el futuro, el autor también nos alerta de que hay que estar concientes de los peligros de la ideología en su nueva forma del posmodernismo filosófico. Lo que no podemos aceptar es que la declaración del fracaso del socialismo sea asociada interesadamente con la idea del supuesto fracaso o fin de la razón, del sujeto y de la historia. En este sentido es muy sospechoso que los que declaran la muerte del marxismo sean precisamente, filósofos identificados totalmente con el posmodernismo. Pero lo que no saben es que, detrás de esta filosofía, se les mete de contrabando la ideología neoliberal. Como se explica en el libro, el posmodernismo aporta una visión de la realidad que cumple la función ideológica de contribuir a condenar a los hombres a la inacción, la impotencia y la pasividad.
Por último, quisiera referirme brevemente a los pocos ensayos que ciertamente, requerirían una reelaboración aunque no muy profunda. Situar hoy el proyecto de emancipación de Marx en un marco de racionalidad ya no tiene porque significar situarlo solamente en el marco de la racionalidad científica. Si bien en el libro se acentúa justificadamente la oposición ciencia e ideología, quizá lo que habría que acentuar hoy más, es la relación ética e ideología. No quiero decir que este acento en la ética esté ausente en el libro, ya que se halla implícito en el texto sobre Juliana González, y en otras partes donde el autor nos ofrece argumentos para desarmar las críticas más frecuentes a la propuesta socialista, como aquellas que nos dicen que en tal sociedad es inviable ya que la naturaleza del ser humano es egoísta.
Entre esas críticas que se siguen difundiendo como el pan nuestro de cada día, la que parece tener mas poder de persuación es la idea de la supuesta opresión y destrucción del individuo bajo el sistema socialista. El argumento se sostiene colocando el problema en el terreno de la ética a partir del falso dilema entre el predominio del individuo o de la sociedad. Sánchez Vázquez nos aclara este problema diciendo que no es cierto que en la propuesta de Marx haya un planteo del predominio de lo colectivo sobre lo individual. Esta es una crítica interesada que pretende generalizar a Marx lo que pasó en el "socialismo real". En ningún trabajo de Marx existe esa concepción. Al contrario, lo que hay en él es una alta valoración de lo individual. Este reconocimiento positivo del individuo no hay que entenderlo como una exaltación del individualismo egoísta, típico de la sociedad burguesa, sino de otro tipo de individualidad como libre desarrollo de la personalidad.
Junto al esclarecimiento de este problema, también Sánchez Vázquez nos ayuda a reafirmar más la utopía socialista, ya que para Marx la nueva sociedad es ese sistema donde el individuo se despliega libremente en todas sus potencialidades. La nueva sociedad equivale a un orden social que asegure un máximo de presupuestos para el desarrollo de la personalidad humana y por consiguiente para su felicidad. La ética que se deduce de esta manera de entender la nueva sociedad consiste en no contraponer el interés del individuo y de la sociedad. La felicidad personal sólo se puede realizar mediante la aspiración a un máximo de felicidad de toda la sociedad.
En conclusión, a pesar de que no se puede negar que el peso de las circunstancias se nota en algunos ensayos, yo concido plenamente con las tesis centrales del autor sobre la necesidad de situar la filosofía a partir de su relación con los condicionamientos y las contradicciones de clase. A esta necesidad se añadiría hoy la valoración de las contradicciones nacionales y de la diferencias culturales. Si la filosofía tiene que relacionarse con las exigencias últimas que plantea la realidad, entonces en América Latina la utopía socialista puede incluir la reivindicación de los valores culturales nacionales. No hay otra manera de enfrentar el capitalismo neoliberal. Esto significa que necesitamos reformular y reactivar la filosofía desde los problemas sociales actuales. En 1998 y casi al final de este siglo, comprobamos que los tipos de filosofar analítico o posmoderno no han podido ni pueden desplazar a lo que ellos denominan como "las filosofías de la contaminación ideológica". Frente a la crisis del neoliberalismo está resurgiendo la utopía socialista en el seno de la filosofía contemporánea. Este libro de Sánchez Vázquez nos motiva una vez más a revalorar seriamente el enorme potencial teórico y práctico de la filosofía de Marx.

Las aportaciones de Sánchez Vázquez a la estética marxista


Samuel Arriarán

Antes de iniciar mi exposición debo decir que soy un alumno que desde muy joven ha tenido su principal formación profesional en los cursos y seminarios del Doctor Adolfo Sánchez Vázquez. Tuve la suerte de que me dirigiera las tesis de licenciatura, maestría y doctorado. Por eso es una satisfacción profunda el que se me haya invitado a participar en este homenaje con motivo de sus 90 años. Como contribución a este importante acontecimiento he optado por escribir un estudio con el fin de destacar sus aportaciones a la estética marxista. Como uno más de sus discípulos que le expresan con sinceridad su agradecimiento, le ofrezco este trabajo que intenta primeramente comprender y valorar aquellas aportaciones que ha desarrollado acompañado por Marx y otros marxistas como Lenin, Lunacharsky, Gramsci, Brecht, Kosik o Della Volpe. Finalmente intentaré opinar sobre la vigencia de dichas aportaciones después del derrumbe del “socialismo real”. El hilo conductor que me guía en este trabajo es tratar de contextualizar la teoría estética de Sánchez Vázquez, que al igual que su teoría filosófica y política, responden a las transformaciones culturales y tecnológicas de nuestro tiempo. Habría en la evolución de la teoría estética de Sánchez Vázquez las siguientes tres fases o etapas:
De la teorización del arte en la revolución a la revolución en el arte (años 60 a 70)
De la reflexión sobre la conciencia artística y de la realidad a la crítica de la mercantilización del arte (años 70-80).
De la crítica a la mercantilización artística a la crítica del clasicismo, del eurocentrismo y de la teoría de la recepción (años 80-90).

1. Primera fase: de la teorización del arte en la revolución a la revolución en el arte
Uno de los puntos de donde surgió la teoría estética de Sánchez Vázquez fue la profunda preocupación en los años 60 por el destino del arte en lo que parecía una inminente transición al socialismo no sólo en algunos países europeos, sino también en varios países de América Latina fuertemente estimulados por la revolución cubana. Es así como postuló la necesidad de no sólo revolucionar la sociedad sino también de revolucionar el arte. En este sentido es que escribió su libro Las ideas estéticas de Marx como respuesta al dogmatismo existente en aquella época que concebía el arte desde enfoques gnoseológicos y sociologistas. La tesis central de este libro fue la concepción del arte como praxis y trabajo creador, no reductible a la ideología ni a su aspecto sociológico: “Reducir el arte a la ideología o a mera forma de conocimiento es olvidar que la obra de arte es, ante todo, creación, manifestación del poder creador del hombre” (1). Alrededor de esta tesis desarrolló en trabajos posteriores como Estética y marxismo un conjunto de cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de la obra estética, el valor del arte, sus funciones sociales, el compromiso político y la libertad de creación, el realismo socialista y la abstracción. Dada la imposibilidad de abordar todas estas cuestiones en el estrecho marco de una ponencia, me limitaré destacar que los orígenes de la estética de Sánchez Vázquez no residen solamente en una justificada reacción al esquematismo y la petrificación en aquellos países del “socialismo real” que por entonces anulaban la creatividad artística en nombre del realismo socialista, sino también en una reflexión ante las profundas incomprensiones sobre la obra de escritores calificados como herméticos, por ejemplo Kafka o de muchos artistas abstractos como Kandinsky, Rufino Tamayo o Wilfredo Lam. En los inicios de las ideas estéticas de Sánchez Vázquez, vanguardia y realismo no son ni podían ser excluyentes, ni tampoco la tradición y el arte moderno, menos aún, el arte culto y el arte popular. No es casual que por esos años empezó a desarrollar una fundamentación de la pintura abstracta como lenguaje artístico significante. (2) La necesidad de esta fundamentación surgió ciertamente del fuerte debate en aquella época entre realismo y arte moderno. Defendiendo con firmeza la validez de la abstracción en el arte moderno, Sánchez Vázquez amplió la definición del arte como forma de lenguaje y expresión creadora de una nueva realidad. A partir de una caracterización amplia y abierta abrió el camino para replantear otros lenguajes igualmente significantes aunque con diferentes signos, como la música o el cine (3)
Resumiendo hasta aquí podemos decir que lo que caracteriza esta primera fase de Sánchez Vázquez es un conjunto de planteamientos muy concretos alrededor de un núcleo central (la concepción del arte como trabajo creador). En torno de este núcleo se desarrollaron problemas específicos en torno de la relaciones entre el arte y la política en términos de cómo captar la realidad social y de elevar la conciencia de ella. Frente a las concepciones reduccionistas del arte a la ideología, Sánchez Vázquez enfatizó su aspecto significativo propio, es decir a su dimensión semántica y reflexiva. Esto significaba que no había ni podía haber una contradicción entre el verdadero arte y el compromiso político, tal como se demostraba en la obra de un Picasso o de un Pablo Neruda.

2. Segunda fase: la crítica de la mercantilización del arte (años 70-80)
En los primeros años de 1970, Sánchez Vázquez vislumbró no una desintegración o muerte del arte (como vislumbraron los teóricos del posmodernismo), sino más bien una socialización del arte como estetización de la vida en el socialismo. (4) Tomando en cuenta los cambios técnicos que posibilitaron el desarrollo de la “obra abierta” y con base en la concepción de Brecht y de la teoría de Marx sobre la dialéctica entre la producción y el consumo, nuestro autor profundiza su reflexión sobre el aspecto de la recepción y la participación estética. Si el arte es una actividad práctica y creadora que desemboca en un producto material, la intervención del receptor no se limita entonces solamente a su aspecto significativo. Pero en esta fase todavía no hay en Sánchez Vázquez una crítica a la teoría de la recepción sino más bien una preocupación a partir de ella por extender el arte a los más amplios sectores de la sociedad de tal manera que la creatividad artística no se reduzca a determinados individuos excepcionales. Paralelamente, desarrolló en mayor profundidad la tesis de la hostilidad del capitalismo al arte. Según él, lo que mata la creatividad artística no es una manifestación abstracta o su aspecto hermético, sino su conversión en mercancía y su manipulación como “arte de masas”. En este punto hay que recordar el interesante cuestionamiento de Ramón Xirau y Cardoza y Aragón, que dudaron del proceso de la hostilidad del capitalismo al arte. (5) La respuesta de Sánchez Vázquez consistió en señalar que el hecho de los grandes artistas pudieron crear bajo el capitalismo no invalida la tesis marxista de la hostilidad del capitalismo al arte siempre que se entienda ésta como una tendencia de la producción material capitalista y no como una ley absoluta. (6)
Se pueden citar otras ideas estéticas que Sánchez Vázquez desarrolló fructíferamente en esos lejanos años en torno de problemas de la estética planteados por otros autores como Lukács, Garaudy, Ernest Fisher, Sartre, Diego Rivera o José Revueltas. Pero lo que conviene subrayar en este punto es el claro surgimiento de posiciones estéticas propias del autor, como por ejemplo, la ampliación de la esfera de lo estético y la reflexión sobre las categorías de la estética más allá del arte y de “lo bello”. Nuevamente el estar atento al contexto histórico le motivó a Sánchez Vázquez a dirigir su reflexión en problemas de la realidad estética de los países que por diversas razones históricas (como la reconformación neoliberal del Estado capitalista a escala mundial) se veían obligados al abandono de la transición al socialismo en aquellos años. No es que Sánchez Vázquez haya cambiado su problemática anterior sino que más bien la profundizó en los años 80 en torno de las complejas relaciones entre el arte y la política, que pasaron de un debate sobre el realismo y el compromiso a cuestiones igualmente importantes pero de diferente naturaleza. Además de enfocar la producción artística por caminos no trillados, era necesario ahora hacer énfasis en la problemática de su distribución y recepción: ¿cómo puede contribuir el arte a la creación de una nueva sociedad, y cómo puede contribuir la sociedad, a su vez, al desarrollo y florecimiento artístico a través del Estado o de las organizaciones sociales y políticas? En esta nueva fase, Sánchez Vázquez observó que el Estado capitalista a través de su política cultural, educativa y artística, fomenta y excluye ciertas orientaciones artísticas poniendo a su servicio lo que mejor responde a sus intereses de clase. Por todo esto, el problema de las relaciones entre el arte y la política, o de su función ideológica y social, no puede plantearse ya en los mismos términos que antes cuando se trataba de expresar la realidad social y de elevar la conciencia de ella. Es así que durante la década de los 80 y la primera mitad de los 90, la preocupación de Sánchez Vázquez se concentró en los nuevos objetos para embellecer el mundo en que vivimos ¿cómo asociar lo bello y lo útil? cómo valorar la estetización de la producción y de la técnica? ¿cuál es la relación entre el arte y la educación estética?

3. Tercera fase: la crítica del clasicismo y del eurocentrismo
Cuando publicó Invitación a la estética, (7) en el año de 1992, el enfoque marxista de Sánchez Vázquez permanece y está presente bajo una nueva forma: como una crítica radical del clasicismo y del eurocentrismo. Ya en un texto anterior, “Prolegómenos a una teoría de la educación estética” (8), el autor venía reflexionando sobe el papel de la estética que requería una necesaria reformulación. Especialmente la educación estética tiene que desarrollar aquí no sólo la conciencia artística sino también la conciencia estética (hasta hoy el sistema de la educación básica, media y superior sólo se ha concentrado en la conciencia artística). La educación estética requiere por ello de la readecuación de las instituciones educativas correspondientes. No significa solamente difundir "las bellas artes", sino fundamentalmente conducir al enriquecimiento de la sensibilidad estética de los alumnos, a una ampliación del horizonte artístico en que se mueven (no sólo dentro del aula sino también fuera, es decir, en la vida cotidiana). En Invitación a la estética esta problemática se precisa y se profundiza examinando las limitaciones o reducciones en que ha caído la educación artística, por una parte, la reducción tradicional de lo estético a "lo bello" y de éste a lo bello clásico, así como la reducción de lo estético a lo artístico. Hace falta entonces redefinir la educación artística como educación estética y extenderla a la vida cotidiana porque el objeto de la educación estética no se limita a lo artístico sino que abarca un universo muy amplio ya que:
“Todos vivimos -académicos o no-en ciertos momentos de nuestras vidas, en una situación estética, por ingenua, simple o espontánea que sea nuestra actitud como sujetos en ella. Ante la flor que se obsequia, el vestido que se elige, el rostro que cautiva o la canción que nos place, vivimos esa relación peculiar con el objeto que llamo situación estética.” (9)

Todos nos encontramos en nuestra vida cotidiana rodeados de productos estéticos, no solamente provenientes del mundo del arte sino también de la industria, la técnica, la artesanía o de los medios de comunicación. Ante la presencia de estos objetos nunca dejamos de expresar una apreciación estética. ¿No será justamente aquí, en este universo amplio, donde habría que reflexionar ahora en torno a la necesidad de una ampliación de la problemática de la estética marxista? Esto significa poder concebir que la relación estética no se reduce a lo que está dentro de las galerías o museos, sino que lo abarca todo, desde la calle, las plazas públicas, el mercado, las escuelas, las fábricas, las oficinas o cualquier lugar de trabajo. En todos estos lugares, los objetos que cumplen una función utilitaria a veces pueden cumplir al mismo tiempo una función estética. Lo estético puede darse para nosotros en cualquier tiempo, en cualquier lugar. Claro que para que se dé esta relación estética con los objetos de la vida cotidiana hacen falta condiciones sociales apropiadas. Dentro de la sociedad capitalista no existen estas condiciones ya que sólo interesa el lucro. El aspecto o presentación de los objetos sólo se justifica por su capacidad de que se vendan más, lo que al subordinar el valor estético al valor de cambio limita la integración de lo estético en la vida cotidiana. No habrá relación estética -concluye el autor- mientras no se descarte el valor económico y por tanto, la estructura social que lo produce.
Pero el problema es más complejo ya que por otro lado, para Sánchez Vázquez lo estético no se reduce a la categoría de lo bello (entendido como lo bello clásico occidental) sino que abarca otras categorías estéticas como lo feo, lo cómico, lo siniestro, lo horrible y lo grotesco. Según su explicación, la idea de lo estético como ligado a la categoría de lo bello proviene de la tradición griega, renacentista y occidental. Por esta razón se identifica lo bello con una serie de valores como la armonía, el orden, la proporción, el equilibrio, la "sección de oro", etc., que son características propias del arte clásico europeo. Pero estos valores no garantizan siempre la esteticidad, como lo demuestra el hecho de que hay objetos que se consideran bellos sin ser armónicos o, al revés, que siendo armónicos no son bellos. Fueron cambios radicales en el arte los que obligaron a asignar a lo feo, lo grotesco, lo horrible, lo cómico, lo siniestro, un nuevo lugar en la historia de la estética. De ese modo se revaloran aquellos caminos recorridos en otros tiempos por otros tipos de artes de otras sociedades como el prehispánico o el negro africano, o también por artes como el gótico o el barroco que nunca se sometieron al imperio de lo bello clásico. El imperio de lo bello en Occidente comenzará a tambalearse con el arte barroco y, sobre todo, con el romanticismo y el arte moderno que transformaron radicalmente la sensibilidad estética.
Es importante subrayar que en nuestra sociedad hay muchas personas que se aferran a concepciones academicistas que reducen lo estético a lo "bello clásico" occidental, entendiendo por esto sólo las famosas "bellas artes". En los hechos se trataría de mantener a cada público en su guetto (público para la ópera, para la danza clásica, para la música de concierto, etc.). La debilidad de esta política artística es que su fundamentación teórica viene sustentada por individuos altamente burocratizados que creen que pueden encauzar la educación estética por la vía del conocimiento y de la reproducción de modelos clasicistas del arte europeo occidental. Estos esfuerzos se fundamentarían en el supuesto de que sólo puede haber conocimiento de lo inmutable y de lo idéntico y no de lo variable o lo diferente. Y sus padrinos filosóficos provienen no sólo de los altos directivos o de los llamados "expertos" de las organizaciones internacionales como la UNESCO, sino también de venerables filósofos como Platón y Aristóteles. Pero cualesquiera que sean los padrinos filosóficos de estas concepciones, resultan ya insostenibles. ¿No será que una de las razones que explican la pobreza de la educación estética en México y América Latina, sea justamente la de estar planteada desde fundamentos clasicistas y eurocéntricos? Para Sánchez Vázquez, hay necesidad de salir del circuito cerrado del arte occidental. No podemos seguir atrapados en este círculo vicioso ya que el conocimiento del arte se ha extendido en el espacio y el tiempo. Ya no se puede pretender que Europa tenga el privilegio de lo creativo. Ya no hay eternidad ni supremacía de las obras clásicas occidentales. Una educación estética no puede partir de la idea de que se trata sólo de difundir y promover ese tipo de arte, sino también de otros tipos de arte no europeos, como el prehispánico o el barroco indoamericano. En efecto, lo bello no se da sólo en el arte occidental. También lo hallamos en una escultura azteca como la Coatlicue, en una pirámide maya, una olla de barro de Tonalá o un tapiz del Cuzco.
Por otra parte, según los "expertos", una concepción de la educación estética entendida como resguardo de lo clásico, también se expresa en la enseñanza artística en el sistema de educación básica, media y superior. ¿Pero qué se gana con resguardar también aquí este clasicismo? Se trata simplemente de enseñar cierto número de reglas tradicionales. Después de una fase de aprendizaje se cree que el alumno debe aventurarse a lo nuevo. Pero ¿cuántos estudiantes dan este salto al vacío? ¿Cuántos tienen la suficiente fuerza después de haber sufrido un desgaste o castración de su creatividad? Seguramente nadie o muy pocos, ya que en los hechos se enseñan puras técnicas y casi nada de teoría. Se restringe la educación artística a una educación puramente técnica, es decir, a la simple acumulación de reglas. Una educación estética no puede consistir, pues, en un simple aprendizaje técnico sino que debe replantearse como formación fundamentada en una nueva teoría estética y que no se reduzca al conocimiento de lo "bello clásico" o de las "bellas artes".
¿La teoría de la educación estética de Sánchez Vázquez ofrece una alternativa frente a la enseñanza oficial? Al estar fundamentada en el marxismo, sugiere una perspectiva histórica, viva, en devenir, no fijada en estereotipos académicos que sólo buscan la reproducción de modelos caducos o la pura mercantilización del arte. Frente a las estéticas idealistas, que sitúan lo estético fuera de la historia y de su enfoque objetivo, racional, el marxismo nos ayuda a desentrañar las determinaciones históricas y sociales de la experiencia estética y del arte en particular. Con ello podemos comprender en la sociedad contemporánea los obstáculos que al despliegue de la creatividad levanta la mercantilización de los productos artísticos. En momentos en que se proclama la victoria del capitalismo neoliberal con su apología del "libre" mercado, se hace necesario criticar y rechazar la cada vez más creciente mercantilización del arte. Claro que no es fácil aceptar este tipo de planteamientos. Existen muchas objeciones en contra de una concepción marxista de la estética desde aquéllas que provienen de los historiadores, hasta de los mismos teóricos, profesores y filósofos posmodernistas, que niegan la posibilidad de que exista la estética en dichos términos. Así nos encontramos ante quienes, por razones empresariales, pragmáticas productivistas y eficientistas, juzgan lo estético como algo irrisorio, caduco, carente de interés, cosmopolita, insignificante, inútil o inoportuno. Ante estos juicios apresurados, Sánchez Vázquez ha señalado que responden a cierta ideología que es necesario disipar, ya que aunque resulta difícil convencer a quienes sólo esperan beneficios contantes y sonantes hay que insistir en que: “la experiencia estética o la práctica artística no son algo superfluo, un adorno de nuestra existencia, sino un elemento vital en toda sociedad, una necesidad humana que requiere ser satisfecha.”. (10)
Hay que reafirmar entonces que, frente a quienes defienden teorías estéticas tradicionales para justificar la mercantilización de los productos artísticos, la estética es útil en cuanto que satisface necesidades básicas de creación, expresión, comunicación y desautomatización de la vida enajenada. En este sentido es útil para enriquecer al ser humano. Es preocupante que la educación estética tenga problemas de alta comercialización a raíz del control privado de los medios de comunicación, los cuales justamente promueven en gran escala la enajenación y la fetichización del arte. Por eso tiene razón Sánchez Vázquez cuando señala que al hablar de la educación estética no se puede ignorar el condicionamiento impuesto por las instituciones sociales. En este caso, el condicionamiento impuesto por los medios masivos de comunicación resulta extremadamente perjudicial. Basta señalar el hecho de que cualquier exposición organizada viene acompañada con la venta de camisetas, llaveros y todo tipo de mercancía asociada a la imagen del artista. Pero lo grave no es sólo eso, sino que además dichos medios llegan a deformar el arte convirtiendo a los artistas en fetiches. En este sentido, la televisión, además de la escuela, constituye también un poderoso refuerzo para la conservación de la educación estética como puro conocimiento y adoración del arte europeo occidental.
Así pues, desde la perspectiva teórica de Sánchez Vázquez, la estética marxista tiene que enfrentar y resolver también este tipo de problemas. Claro que no todo en esa perspectiva teórica se mantiene vigente. No se puede negar que algunos conceptos han perdido actualidad. Por ejemplo, aquellas cuestiones acerca de opciones, dilemas o viejas polaridades como las de realismo o abstracción, compromiso político o libertad de creación, revolución en el arte o arte de la revolución. Estos problemas han dejado de ser vigentes ya que han sido rebasados por la misma realidad. Sin embargo, hay una serie de cuestiones que siguen vivas en la actualidad, como las relacionadas con el arte y la mercantilización, a las cuales todavía da respuesta una estética de inspiración marxista. Sánchez Vázquez considera que en tanto sigue resistiendo la prueba de la realidad, el marxismo es necesario y vital ya que puede todavía contribuir a esclarecer la práctica estética y artística con la finalidad de hacer un mundo más humano, sin explotadores y oprimidos. Así lo reafirma en su reciente libro De la estética de la recepción a una estética de la participación:“se justifica la necesidad de otra sociedad posible que, por su estructura económico social, construya las bases y condiciones favorables para enriquecer humanamente a sus miembros al socializar la creación”. (11)
Para finalizar esta ponencia no quisiera dejar de decir algunas breves palabras sobre este importante libro que asume el desafío de explicar y valorar el nuevo arte virtual, digital, computarizado, que fascina a la juventud y se desarrolla como el instrumento ideológico más eficaz de la globalización. Por más que este arte nos seduzca por sus supuestas e ilimitadas posibilidades de participación, la conclusión de Sánchez Vázquez es negativa, ya que el aspecto semántico, significativo y reflexivo del arte queda anulado en la recepción ante la preeminencia del sensualismo más elemental. Sin embargo no descarta que estas nuevas tecnologías puedan adquirir cierto valor estético en una sociedad alternativa a la sociedad enajenada, capitalista en que vivimos.
Conclusión
Aunque en la primera fase de Sánchez Vázquez hay una teoría de la dialéctica de la producción y el consumo del arte, sin embargo será en la tercera fase donde dicha teoría adquiere su formulación completa con la crítica a la estética de la recepción y del nuevo arte digital, virtual y computarizado. Por la congruencia y coherencia teórica demostrada a lo largo de más de 50 años, se podría asegurar que la mayoría de las aportaciones de Sánchez Vázquez a la estética marxista estrechamente vinculadas a sus aportaciones filosóficas y políticas, mantienen su validez. Por esta razón hay que considerar seriamente sus propuestas. En el contexto actual de transformación del sistema educativo, esas propuestas pueden ser altamente apreciadas para replantear la educación artística como educación estética. Si no hay reflexión ni debate sobre la política cultural, educativa y artística, la modernización de nuestra sociedad corre el peligro de convertirse en un proceso puramente tecnocrático y totalmente deshumanizado. De una u otra manera, a Sánchez Vázquez mucho le debemos en el magisterio, y en el libre ejercicio de la cátedra universitaria, no sólo en España y México sino también en la mayoría de los países de América Latina. Gracias por su congruencia Maestro y ¡muchas felicidades!.

NOTAS
(1) Adolfo Sánchez Vázquez, Las ideas estéticas de Marx, Ed. Era, México,
1965, p.44.
(2) Adolfo Sanchez Vázquez, La pintura como lenguaje, Universidad
Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 1975.
(3) Adolfo Sánchez Vázquez, Estética y marxismo, antología en 2 volúmenes,
Ediciones Era, México, 1979
(4) Adolfo Sánchez Vázquez, “Socialización de la creación o muerte del
arte”, en Ensayos obre arte y marxismo, Grijalbo, México, 1984.
(5) Ramón Xirau “¿Es el capitalismo hostil al arte?, Luis Cardoza y Aragón,
“Prolegómenos a una estética marxista”, en Gabriel Vargas (Editor) En
torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez, Facultad de Filosofía y
Letras, UNAM, México, 1995.
(6) Adolfo Sánchez Vázquez, “A Xirau: hacer real una sociedad ideal”, en
Gabriel Vargas (Editor) En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez,
op.cit. p.366.
(7) Adolfo Sánchez Vázquez, Invitación a la estética, Grijalbo, México, 1992.
(8) Adolfo Sánchez Vázquez, “Prolegómenos a una teoría de la educación
estética” (texto de 1982). Se encuentra en el libro Cuestiones artísticas y
estéticas contemporáneas, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.
(9) Invitación a la estética, op. cit. p.18.
(10) Ibid. . p. 34.
(11) Adolfo Sánchez Vázquez, De la estética de la recepción a una estética de la
participación, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 2005, p.103

La educación estética


Samuel Arriarán **


“La experiencia estética o la práctica artística no son algo superfluo,
adorno en nuestra existencia, sino un elemento vital en toda
sociedad, una necesidad humana que reguiere ser, satisfecha. "

Adolfo Sánchez Vázquez



Según Adolfo Sánchez Vázquez, la educación estética en México requiere una reformulación urgente. Para él, la educación estética tiene que desarrollar no sólo
la conciencia artística sino también la conciencia estética (hasta hoy el sistema de la educación básica, media y superior sólo se ha concentrado en la conciencia artística). La educación estética requiere por ello de la readecuación de las instituciones educativas correspondientes. No significa solamente difundir "las bellas artes", sino fundamentalmente conducir al enriquecimiento de la sensibilidad estética de los alumnos, a una ampliación del horizonte artístico en que se mueven (no sólo dentro del aula o los talleres sino también fuera, es decir, en la vida cotidiana).
¿Cuáles son las limitaciones o reducciones en que ha caído la educación artística en México? Según Sánchez Vázquez, por una parte, la reducción tradicional de lo estético a "lo bello" y de éste a lo bello clásico, así como la reducción de lo estético a lo artístico.
Antes de analizar y reflexionar sobre cada uno de estos planteamientos, es necesario preguntarse ¿quién es Adolfo Sánchez Vázquez? ¿qué es lo que hace que su obra filosófica pueda merecer nuestra atención? Si Sánchez Vázquez aparece en nuestros días, una y otra vez, asociado a nombres y actitudes de cambio social, es porque se trata de un pensador actual; porque sus preocupaciones y problemas están vivos también para quienes nos dedicamos cotidianamente al trabajo educativo. Por eso, antes de exponer y analizar sus argumentos fundamentales sobre la educación estética, tracemos un breve esbozo de su vida y su obra.

Adolfo Sánchez Vázquez es un filósofo marxista nacido en Algeciras, Cádiz, en 1915. Vivió su infancia y juventud en Málaga, donde se incorporó a la lucha revolucionaria, motivado entonces no por un conocimiento directo de la obra filosófica de Marx sino por la ebullición política que prevalecía en el ambiente cultural de esa época. De Málaga se trasladó a Madrid, donde inició sus estudios de filosofía en la Universidad Central, en la que predominaba la influencia de Ortega y Gasset y de otros filósofos elitistas de los cuales pronto Sánchez Vázquez se sintió ajeno. Con el estallamiento de la guerra civil en 1936, interrumpió sus estudios; se incorporó a la Undécima División del ejército republicano y más tarde al Quinto Cuerpo del ejército, donde encabezó el comisariado de prensa y propaganda. En Málaga dirigió la revista Octubre y más tarde, en Madrid, el diario Ahora, órgano central de expresión de la organización juvenil más importante de la zona republicana con más de doscientos mil miembros.' '
Sánchez Vázquez llegó a México como exiliado durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. Trabajó en Morelia como profesor de filosofía. Después reinició sus estudios de filosofía en la UNAM donde obtuvo la maestría y el doctorado. En 1956 se sintió conmovido por las revelaciones del xx Congreso del Partido Comunista de la ex Unión Soviética y desde entonces se apartó del marxismo dogmático consagrándose a una fecunda y creativa actividad teórica.
En 1962 se dio a conocer con un artículo titulado "Ideas estéticas en los manuscritos económico-filosóficos de Karl Marx". En 1965 desarrolló ampliamente este tema en su libro Las ideas estéticas de Marx, que entre otras cosas influyó con su actitud antidogmática, creadora y crítica en la política artística y cultural de la Revolución Cubana.'
Al considerar que la actividad teórica no puede ser el monopolio de los especialistas de un sector de la sociedad o del partido, Sánchez Vázquez se apartó de los caminos trillados y comenzó a plantear nuevos problemas. En este sentido se dispara su trabajo capital Filosofía de la praxis (1967), en el cual marcó posiciones nuevas y perspectivas que habría de desarrollar en otros libros como Ética (1969), Estética y marxismo (antología en dos tomos, 1970), Del socialismo científico al socialismo utópico (1975), Sobre arte y revolución (1975); Ciencia y revolución (El marxismo de Althusser) (1978), Textos de estética y teoría del arte (antología, 1982); Filosofia y economía en el joven Marx (1982), Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología (1983), Ensayos sobre arte y marxismo (1984) Ensayos marxistas sobre historia y política (1985) e Invitación a la estética (1992).
En todas estas obras, la mayoría traducidas a diferentes idiomas y consideradas en el nivel internacional entre las aportaciones teóricas más valiosas que pueden hallarse actualmente, se desa

rrolla una serie de problemas sociales vitales para los países latinoamericanos, como el significado de la democracia, el problema de la ideología, las relaciones entre moral y política, el papel del arte en la sociedad, las causas del surgimiento y de la crisis del "socialismo real" y muchos otros temas tratados con el mayor rigor y concreción que exige un verdadero análisis marxista. Sánchez Vázquez no puede aceptar que alguien que se apoye en los sofismas de la"neutralidad ideológica" pretenda justificar una conducta indiferente a todo. Para él, la indiferencia es ya una toma de posición ideológica, puesto que significa elegir una opción para dejar el mundo como está. Quien pretende ser "neutral" es pues un conservador, ya que ha tomado una opción activa para conservar la realidad. Fiel exponente de un marxismo vivo, creador, crítico y autocrítico, siempre atento a los cambios de la realidad, Sánchez Vázquez rechaza tanto el aventurerismo revolucionario como el realismo a todo trance que degeneran en una política sin principios. Actualmente, frente al impresionante irracionalismo (como por ejemplo, el resurgimiento de tendencias Neofascistas a nivel mundial), insiste en la importancia de la acción consciente en la construcción democrática. Como él mismo dice respecto a la necesidad de instaurar una nueva sociedad:
Se trata de una pretensión que hoy más que nunca consideramos subrayar, ya que con ella hacemos patente lo que nos separa tanto de los dogmáticos de ayer como de los iconoclastas de hoy que, al enfrentarse a cierto marxismo que debe ser justamente criticado, acaban por renunciar al socialismo y con ello al proyecto (al que ningún marxista puede renunciar sin negarse'a sí mismo) de contribuir a la transformación radical de la sociedad que hoy (como ayer) sólo ofrece como alternativa la explotación, la opresión y la guerra.'
Ahora bien, después de esbozar un retrato breve de la personalidad y de la obra de Adolfo Sánchez Vázquez, examinemos a continuación su teoría de la educación estética, misma que podrá apreciarse mejor si se toman en cuenta sus objetivos revolucionarios que aparecen ex
presados tanto en su vida combativa frente al fascismo como en el conjunto de su obra. Su teoría estética, al igual que su teoría ética y su filosofía política, están motivadas por la necesidad de transformar radicalmente la sociedad capitalista. De ahí que no sean teorías puramente especulativas o academicistas.
Es sabido que la educación estética en México atraviesa en la actualidad una crisis muy grave. Su gravedad es tal que no admite ya soluciones fáciles, prefabricadas o superficiales. Para enfrentar esta crisis, es necesario considerar planteamientos creativos e innovadores, es decir, considerar la necesidad de una reflexión sana y desprovista de toda complacencia frente a las posibilidades de transformación social por la vía de la educación estética. La reflexión fundamental de Sánchez Vázquez en torno a los problemas de la educación estética en México, está estructurada según dos argumentos críticos: la reducción de lo estético a lo bello clásico y a las "bellas artes" o a lo artístico. Para él, se tiene que redefinir la educación artística como educación estética y extenderla a la vida cotidiana porque el objeto de la educación estética no se limita a lo artístico, es decir, a lo que está encerrado o muerto dentro de un museo, un conservatorio o un teatro, sino que abarca un universo muy amplio ya que:
Todos vivimos -académicos o no-en ciertos momentos de nuestras vidas, en una situación estética, por ingenua, simple o espontánea que sea nuestra actitud como sujetos en ella. Ante la flor que se obsequia, el vestido que se elige, el rostro que cautiva o la canción que nos place, vivimos esa relación peculiar con el objeto que llamo situación estética.'
Todos nos encontramos en nuestra vida cotidiana rodeados de productos estéticos, no solamente provenientes del mundo del arte sino también de la industria, la técnica, la artesanía o de los medios de comunicación. Ante la presencia de estos objetos nunca dejamos de expresar una apreciación estética aunque no lo parezca (porque supuestamente cumplen otra función extraestética, es decir, simplemente utilitaria). Dicho de otra manera, ¿no seria jus-

tamente aquí, en este universo amplio, donde habría que reflexionar en torno a la necesidad de una educación estética? Esto significa poder concebir que la relación estética no se reduce a lo que está dentro de las galerías o museos, sino que lo abarca todo, desde la calle, las plazas públicas, el mercado, las escuelas, los talleres, las fábricas, las oficinas o cualquier lugar de trabajo. En todos estos lugares, los objetos que cumplen una función utilitaria a veces pueden cumplir al mismo tiempo una función estética:
Lo estético puede darse para nosotros en cualquier tiempo, en cualquier lugar y cualquiera que sea la función extraestética que el objeto pueda cumplir, junto con su función estética.'
Claro que para que se dé esta relación estética con los objetos de la vida cotidiana hacen falta condiciones sociales apropiadas. Dentro de la sociedad capitalista no existen estas condiciones ya que.sólo interesa el lucro. El aspecto o presentación de los objetos sólo se justifica por su capacidad de que se vendan más, lo que al subordinar el valor estético al valor de cambio limita la integración de lo estético en la vida cotidiana. No habrá relación estética mientras no se descarte el valor económico y por tanto, la estructura social que lo produce, y se conjuguen en los objetos su valor de uso y su valor estético.
Por otro lado, para Sánchez Vázquez lo estético no se reduce a la categoría de lo bello (entendido como lo bello clásico occidental) sino que abarca otras categorías estéticas como lo feo, lo irónico, lo siniestro, lo horrible, o lo grotesco. Según su explicación, la idea de lo estético como ligado a la categoría de lo bello proviene de la tradición griega, renacentista y occidental. Por esta razón se identifica lo bello con una serie de valores como la armonía, el orden, la proporción, el equilibrio, la "sección de oro", etc., que son características propias del arte clásico europeo. Pero estos valores no garantizan siempre la esteticidad, como lo demuestra el hecho de que hay objetos que se consideran bellos sin ser armónicos o, al revés, que siendo armónicos no son bellos. Fueron cambios radicales en el arte los que obligaron a asignar a lo feo, lo grotesco, lo horrible, lo cómico, lo siniestro, etc., un nuevo lugar en la historia de la estética. De ese modo se revaloran aquellos caminos recorridos en otros tiempos por otros tipos de artes de otras sociedades como el prehispánico o el negro africano, o también por artes como el gótico o el barroco que nunca se sometieron al imperio de lo bello clásico:
El imperio de lo bello en Occidente comenzará a tambalearse con el arte barroco y, sobre todo, con el romanticismo. Nuevas categorías entrarán en el pensamiento estético. Así por ejemplo, Schlegel se ocupará de la ironía, y Hegel recurrirá a ella para definir la forma romántica del arte. Incluso lo feo, tan despreciado como la antítesis de lo bello, será objeto de la reflexión estética y, a mediados del siglo xix, ocupará el lugar central en una obra de Rosenkranz cuyo título, Estética de la fealdad, no deja de ser significativo. Pero es, sobre todo, en la época contemporánea cuando se amplía considerablemente el es
pacio de las categorías estéticas. A ello contribuyen decisivamente -una vez más la práctica por delante de la teoría- las revoluciones artísticas que transformaron radicalmente la sensibilidad estética.'
Ahora bien, es importante señalar que en nuestra sociedad hay muchas personas que se aferran a concepciones academicistas que reducen lo estético a lo "bello clásico" occidental, entendiendo por esto sólo las famosas "bellas artes." En este sentido no es casual que hasta el nombre de la máxima institución de la difusión del arte se llame Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). En los hechos se trataría de mantener a cada público en su guetto (público para la ópera, para la danza clásica, para la música de concierto, etc.). La debilidad de esta política artística es que su fundamentación teórica viene sustentada por individuos altamente burocratizados que creen que pueden encauzar la educación estética por la vía del conocimiento y de la reproducción de modelos clasicistas del arte europeo occidental. Estos esfuerzos se fundamentarían en el supuesto

de que sólo puede haber conocimiento de lo inmutable y de lo idéntico y no de lo variable o lo diferente. Y sus padrinos filosóficos provienen no sólo de los altos directivos o de los llamados "expertos" de las organizaciones internacionales como la UNESCO, sino también de venerables filósofos como Platón y Aristóteles. Pero cualesquiera que sean los padrinos filosóficos de estas concepciones, resultan ya insostenibles. ¿No será que una de las razones que explican la crisis de la educación estética en México y América Latina, sea justamente la de estar planteada desde fundamentos clasicistas y eurocéntricos?
Para Sánchez Vázquez, hay necesidad de salir del circuito cerrado del arte occidental. No podemos seguir atrapados en este círculo vicioso ya que el conocimiento del arte se ha extendido en el espacio y el tiempo. Ya no se puede pretender que Europa tenga el privilegio de lo creativo. Ya no hay eternidad ni supremacía de las obras clásicas occidentales. Una educación estética no puede partir de la idea de que se trata sólo de difundir y promover ese tipo de arte, sino también de otros tipos de arte no europeos, como el prehispánico. En efecto, lo bello no se da sólo en el arte occidental. También lo hallamos en una escultura azteca como la Coatlicue, en una pirámide maya, una olla de barro de Tonalá o un tapiz del Cuzco.
Por otra parte, según los "expertos", una concepción de la educación estética entendida como resguardo de lo clásico, también se expresa en la enseñanza artística en el sistema de educación básica, media y superior. ¿Pero qué se gana con resguardar también aquí este clasicismo? Se trata simplemente de enseñar cierto número de reglas tradicionales. Después de una fase de aprendizaje se cree que el alumno debe aventurarse a lo nuevo. Pero ¿cuántos estudiantes dan este salto al vacío?
¿Cuántos tienen la suficiente fuerza después de haber sufrido un desgaste o bloqueo de su creatividad? Seguramente nadie o muy pocos, ya que en los hechos se enseñan puras técnicas y casi nada de teoría. Se restringe la educación estética a una educación puramente técnica, es decir, a la simple acumulación de reglas. Esto explica que cuando se trata de la educación es
tética en centros superiores como La Esmeralda o la Academia de San Carlos, ese tipo de actitudes no cambian (con lo que se comprueba que la desconfianza ante la teoría estética proviene ya desde mucho antes, es decir, desde la educación básica). ¿Este tipo de actitudes es por culpa de los estudiantes? Aunque es cierto que ellos no son en principio unos téoricos (pero como dice Sánchez Vázquez, un poco de teoría cuando ésta hunde sus raíces en la práctica no le sobra a nadie). A veces esos mismos estudiantes insatisfechos con todo lo que les dicen esos profesores pedantes que creen saber todo y en realidad no saben nada, se preguntan ¿por qué han de ser esos profesores y no ellos mismos quienes reflexionen sobre los problemas de la educación estética? Para Sánchez Vázquez, una educación estética no puede consistir, pues, en un simple aprendizaje técnico sino que debe replantearse como formación fundamentada en- una nueva teoría estética y que no se reduzca al conocimiento de lo "bello clásico" o de las "bellas artes". Ahora bien, ¿la teoría de la educación estética de Sánchez Vázquez ofrece una alternativa frente a la teoría tradicional? Por lo menos, al estar fundamentada en el marxismo, sugiere una perspectiva histórica, viva, en devenir, no fijada en estereotipos académicos que sólo buscan la reproducción de modelos caducos o la pura mercantilización del arte:
Frente a las estéticas idealistas e irracionalistas, que sitúan lo estético fuera de la historia y de su enfoque objetivo, racional... el marxismo nos ayuda a desentrañar las determinaciones históricas y sociales de la experiencia estética y del arte en particular. Con ello podemos comprender en la sociedad contemporánea los obstáculos que al despliegue de la creatividad levanta la mercantilización de los productos artísticos. En momentos en que ante el hundimiento del "socialismo real" se proclama la victoria del capitalismo liberal con su apoteosis del "libre" mercado, se hace necesario reafirmar lo que significa la mercantilización para el arte.'
Claro que no es fácil aceptar este tipo de planteamientos. Existen muchas objeciones en con-

tra de una concepción marxista de la estética desde aquéllas que provienen de los historiadores, hasta de los mismos teóricos y filósofos que defendiendo los altos intereses capitalistas, niegan la posibilidad de definir la estética en dichos términos. Así nos encontramos ante quienes, por razones empresariales, pragmáticas productivistas y eficientistas, juzgan lo estético como algo irrisorio, caduco, carente de interés, cosmopolita, insignificante, inútil o inoportuno. Ante estos juicios apresurados, Sánchez Vázquez ha señalado que responden a cierta ideología que es necesario disipar, ya que aunque resulta difícil convencer a quienes sólo esperan beneficios contantes y sonantes hay que insistir en que:
... la experiencia estética o la práctica artística no son algo superfluo, un adorno de nuestra existencia, sino un elemento vital en toda sociedad, una necesidad humana que requiere ser satisfecha.'
Hay que reiterar entonces que, frente a quienes defienden teorías estéticas tradicionales para justificar la mercantil ización de los productos artísticos, la estética es útil en cuanto que satisface necesidades básicas de creación, expresión, comunicación y desautomatización de la vida enajenada. En este sentido es útil para enriquecer al ser humano. Es preocupante que la educación estética en México tenga problemas de alta comercialización a raíz del control privado de los medios de comunicación, los cuales justamente promueven en gran escala la enajenación y la fetichización del arte. Por eso tiene razón Sánchez Vázquez cuando señala que al hablar de la educación estética no se puede ignorar el condicionamiento impuesto por las instituciones sociales. En este caso, el condicionamiento impuesto por Televisa resulta extremadamente perjudicial, Basta señalar el hecho de que cualquier exposición que ella organiza viene acompañada con la venta de camisetas, llaveros y todo tipo de mercancía asociada a la imagen del artista. Pero lo grave no es sólo eso, sino que además dicha institución llega a deformar el concepto educación estética convirtiendo a los artistas en
fetiches. En este sentido, la televisión privada constituye también un poderoso refuerzo para la conservación de la educación estética como puro conocimiento y adoración del arte europeo occidental, que gracias a la manipulación ideológica se nos presenta como el único arte válido o superior.
Así pues, desde la perspectiva teórica de Sánchez Vázquez, la educación estética en México tiene que enfrentar y resolver también este tipo de problemas. Claro que no todo en esa perspectiva teórica es perfecto. Como él mismo ha reconocido, algunas cuestiones han perdido vigencia.' Por ejemplo, aquellas cuestiones acerca de opciones, dilemas o viejas polaridades como las de realismo o abstracción, compromiso político o libertad de creación, revolución en el arte o arte de la revolución. Estos problemas han dejado de ser vigentes ya que han sido rebasados por la misma realidad. Sin embargo, hay una serie de cuestiones que siguen vivas en la actualidad, como las relacionadas con el arte y la ideología, el arte y la mercantilización, etc., a las cuales todavía da respuesta una estética de inspiración marxista. Sánchez Vázquez considera que en tanto sigue resistiendo la prueba de la realidad, el marxismo es necesario y vital ya que puede todavía contribuir a esclarecer la práctica estética y artística con la finalidad de hacer un mundo más humano, sin explotadores ni oprimidos.`
En conclusión, se podría asegurar que difícilmente a Sánchez Vázquez se le escapa algún problema de la educación estética. Por esta razón hay que considerar seriamente sus propuestas. En el contexto actual de transformación del sistema educativo, esas propuestas pueden ser altamente apreciadas para replantear la educación artística como educación estética.
Si no hay reflexión ni debate sobre el papel de la educación estética, la modernización educativa corre el peligro de convertirse en un proceso tecnocrático y totalmente deshumanizado. De una u otra manera, a Sánchez Vázquez mucho le debemos en el magisterio, aun quienes sin concordar con todas sus ideas, desde posiciones directivas, encuentran en él estímulos valiosos para su reflexión personal*

NOTAS
' Adolfo Sánchez Vázquez, "Postscriptum político filosófico a'Mi obra filosófica' (1985)", en Juliana González, Carlos Pereyra y Gabriel Vargas (eds.), Praxis y filosofía. Ensayos en homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez. México, Grijalbo, 1985, p. 451.
2 La primera edición de Las ideas estéticas de Marx fue en México, por editorial Era en 1965. Hubo reediciones en La Habana en 1966 y 1973 (aunque con advertencias al lector sobre "algunas páginas de la obra"). En los primeros meses de 1994 la editorial cubana Casa de las Américas anunció la publicación de una nueva y más amplia selección de ensayos (Obra estética). Es importante subrayar este hecho ya que, pese a las enormes limitaciones materiales del gobierno cubano, con esta nueva publicación se confirma el alto aprecio que se sigue teniendo en ese país por los escritos de teoría estética de Sánchez Vázquez. Pero este aprecio no significa suavizar o eliminar su postura crítica frente al proceso revolucionario ya que, si bien -dice Sánchez Vázquezhay que reconocer que en el terreno estético y artístico la Revolución Cubana nunca asumió el marxismo dogmático (traducido en la doctrina del "realismo socialista"), no puede decirse lo mismo en otros campos como en la filosofía y la teoría política: "así lo prueba que, en mi caso particular, el lector cubano no tuviera acceso a mi Filosofía de la praxis y a mis análisis críticos del 'socialismo real' ". Adolfo Sánchez Vázquez, "Trayectoria de mi pensamiento estético" (prólogo a Obra estética), en la revista Memoria No. 63, México, 1994, p. 6.
' Ensayos marxistas sobre historia y política. México, Océano, 1985, p. 8.
'Adolfo Sánchez Vázquez, Invitación a la estética, México, Grijalbo, 1992, p. 18.
'Ibid., p. 17. `Ibid., p. 147. Adolfo Sánchez Vázquez. "Trayectoria de mi pensamiento estético", op. cit., p. 7.
"Invitación a la Estética, p. 34-35.
"Trayectoria de mi pensamiento estético", op, cit., p. 7. ` ° A estos problemas se añade hoy la cuestión del posmodernismo. No es casual que los últimos ensayos de Sánchez Vázquez destacan de manera especial el tema de la posmodernidad. Cfr. "Radiografía del posmodernismo", en suplemento cultural Sábado No. 594, 18 de febrero de 1989, y en revista Artes Plásticas, UNAM, No. 12, marzo de 1991; "Modernidad, vanguardia y posmodernismo" en La Jornada Semanal, No. 233, 28 de noviembre de 1993. A su vez, los últimos trabajos sobre filosofía y teoría política (algunos todavía no publicados) abarcan problemas relacionados también con la posmodernidad y sobre todo con el derrumbe del "so
cialismo real". Cfr, "Posmodernidad, posmodernismo y socialismo" (inédito); "¿De qué socialismo hablamos?", en revista Dialéctica No. 21, 1991; "Liberalismo y socialismo", en Dialéctica No. 22, México, 1992; "Después del derrumbe: estar o no a la izquierda" (inédito) y "Balance de la filosofía de la praxis" (inédito).
Libros publicados por Adolfo Sánchez Vázquez Conciencia y realidad en la obra de arte. San Salvador, Edit. Universitaria, 1965.
Las ideas estéticas de Marx. México, Era, 1965. Reediciones en La Habana, 1966 y 1973.
Filosofía de la praxis. México, Grijalbo, 1967. Hay otra edición revisada y ampliada, México, Grijalbo, 1980, y Barcelona, Critica, 1980.
Ética, México, Grijalbo, 1969. Reedición de Crítica, Barcelona, 1978.
Rousseau en México (La filosofía de Rousseau y la ideología de la Independencia) México, Grijalbo, Col. 70, 1969.
Estética y marxismo (antología en dos tomos). México, Era, 1970.
Del socialismo científico al socialismo utópico. México, Era, 1975.
La pintura como lenguaje. Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 1975.
Ciencia y revolución (El marxismo de Althusser). Madrid, Alianza Editorial, 1978. Nueva edición de Grijalbo, México, 1983.
Sobre arte y revolución. México, Grijalbo, 1975.
Textos de estética y teoría del arte (antología). México, UNAM, Lecturas Universitarias, 1982.
Filosofía y economía en el joven Marx. (Los manuscritos de 1844), México, Grijalbo, 1982.
Sobre filosofía y marxismo. Universidad Autónoma de Puebla, 1983.
Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología. México, Océano, 1983.
Ensayos sobre arte y marxismo. México, Grijalbo, 1984. Ensayos marxistas sobre historia y política. México, Océano, 1985.
Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones. México, Grijalbo, 1991.
Invitación a la estética. Grijalbo. México, 1992. Ensayos sobre Marx y el marxismo. México, Océano (en prensa).
Teoría del trabajo artístico. México, Grijalbo (en prensa).

9.4.09

Bibliografía

Sobre Teoría filosófica y política:

- Filosofía de praxis, primera edición Grijalbo, 1967, segunda edición corregida 1980.
- Etica, Grijalbo, 1969.
- Filosofía y economía en el joven Marx, Grijalbo, México, 1982.
- Ciencia y revolución. (El marxismo de Althusser). Madrid, Alianza, 1978; México, Grijalbo, 1982.
- Del socialismo científico al socialismo utópico. México, Era, 1975.
- Rousseau en México, Grijalbo, México,1970.
- Sobre flosofía y marxismo, Universidad Autónoma de Puebla, 1983
Ensayos marxistas sobre filosofía e ideología, Océano, Barcelona, 1983.
- Ensayos marxistas sobre historia y política, 1985.
- Escritos de política y filosofía, Ayuso-FIM, Madrid, 1987.
- Filosofía y circunstancias, Anthropos-UNAM, México, 1997.
- Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones, Grijalbo,México, 1997,
- Entre la realidad y la utopía, UNAM-Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
- A tiempo y destiempo, Fondo de Cultura Económica, México,2007.
- El valor del socialismo, Itaca, México, 2000.
- De Marx al marxismo en América Latina. Itaca, México, 1999.
- Filosofía, praxis y socialismo, Editorial Tesis 11, Buenos Aires, 1998.
- Una trayectoria intelectual comprometida, UNAM, México, 2007.
- Etica y política, Fondo de Cultura Económica, México, 2007.

Sobre Teoría del arte y estética:
- Las ideas estéticas de Marx, Ed. Era, México, 1965.
- Antología Textos de estética y teoría del arte, UNAM, México, 1972.
- La pintura como lenguaje, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey,1975.
- Estética y marxismo, antología en 2 volúmenes, Ediciones Era, México, 1979.
- Ensayos obre arte y marxismo, Grijalbo, México, 1983.
- Invitación a la estética, Grijalbo, México, 1992.
- Cuestiones artísticas y estéticas contemporáneas, Fondo de Cultura Económica,
México, 1996.
- De la estética de la recepción a una estética de la participación, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 2005.

Bibliografía crítica sobre Adolfo Sánchez Vázquez:
Abellán José Luis, “Adolfo Sánchez Vázquez: un marxismo crítico” en El exilio filosófico en América. Los transterrados de 1939, Fondo de Cultura Económico, México, 1998.
Arriarán Samuel, Marxismo más allá de Marx, Universidad Pedagógica Nacional, México, 2004.
Arriarán S. “La filosofía política Sánchez Vázquez antes y después del derrumbe del socialismo real” en Gabriel Vargas (Editor) En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 1995.
Arriarán S.“ Las aportaciones de Sánchez Vázquez a la estética marxista” Homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez en sus 90 años, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 2006.
Gandler Stefan, Marxismo en México, Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría. Fondo de Cultura Económica, México, 2007.
González Juliana, Pereyra Carlos y Vargas Lozano Gabriel,(eds)., Praxis y filosofía. Ensayos en homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez. México, Grijalbo, 1985
Gonzalez Rojo Enrique, Epistemología y socialismo. La crítica de Sánchez Vázquez a Louis Althusser, Diógenes, México, 1985.
Pereyra Carlos en Praxis y filosofía. Ensayos en homenaje a Adolfo Sánchez Vázquez, México, Grijalbo, 1985.
Revueltas José, Dialéctica de la conciencia, Era, México. 1982.
Xirau Ramón, “¿Es el capitalismo hostil al arte?”, en Gabriel Vargas (Editor) En torno a la obra de Adolfo Sánchez Vázquez, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 1995.

8.4.09

Introducción.

Samuel Arriarán

Uno de los filósofos que ha mostrado mayor coherencia y congruencia en su obra es sin duda Adolfo Sánchez Vázquez quien desde su juventud a su madurez mantuvo como eje de su reflexión el compromiso con el socialismo. Nació el 17 de septiembre 1915 en Algeciras, España. Vivió su infancia y parte de su juventud en Málaga donde realizó sus primeros estudios y comenzó sus actividades políticas en las Juventudes Socialistas. Cuando estalló la guerra civil se dirigió a Málaga y después a Madrid. Después de la derrota emprendió el camino al exilio en México donde retomó sus estudios universitarios en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; se doctoró en 1966 con una tesis (Sobre la praxis) dirigida por José Gaos. Su obra filosófica abarca más de 30 libros, algunos fueron traducidos a los principales idiomas.
Las críticas a Sánchez Vázquez se pueden dividir entre las que se dirigen a su teoría del arte, la estética y la teoría política. En cuanto a las primeras se puede decir que la mayor repercusión a Las ideas estéticas de Marx se dio en México y en España tal como se comprueba en las críticas favorables de autores como Justino Fernández, Beatriz de la Fuente y Valeriano Bozal, además de la de los mismos artistas que justificaron su posición de vanguardia (el arte abstracto) que era bastante subestimado por los marxistas dogmáticos. De parte de la academia no faltaron algunos cuestionamientos como el de Ramón Xirau que pusieron en duda el concepto de praxis y la tesis de la hostilidad del capitalismo al arte . En cuanto a sus planteamientos desarrollados en Estética y marxismo repercutió principalmente entre los escritores que eran del partido comunista pero que no comulgaban necesariamente con el realismo socialista. En cuanto a su Invitación a la estética que pretendía abrirse a otras corrientes de pensamiento no marxistas, sólo hubo una objeción por parte de Roberto Escudero.

En cuanto a la teoría política se puede advertir que la crítica en general fue positiva, tal como se comprueba con el hecho de que en España, Chile y México se formaron círculos de estudio en las cárceles para debatir su Filosofía de la praxis. Aunque no faltaron quienes lo descalificaron como “subjetivista y revisionista”. Sánchez Vázquez respondió argumentando que la supuesta “revisión” no es necesariamente algo negativo sino que es natural en la medida en que la teoría requiere una confrontación constante con la realidad. Hasta sus últimos libros conservó esta metodología al insistir que frente al derrumbe del “socialismo real” y la globalización neoliberal es indispensable “revisar” la teoría para ajustar la estrategia y la táctica socialista.
Entre las principales críticas que se le formularon se pueden mencionar las siguientes:
1. La crítica de José Revueltas que no fue de raíz ortodoxa sino del sector socialista antidogmático que dudaba de la posibilidad de romper la enajenación:
Si la actividad se propusiera un fin, éste no podría ser sino el fin total ya que el hombre como actividad total, no se satisface (se realiza) en parcialidades, o esta realización, así es enajenada por su propia actividad. La actividad pues, no resulta en un fin, sino en una oposición con y en el objeto. Luego, la conciencia no se prefigura un fin, sino que esta prefiguración es su movimiento hacia la identidad (aproximativa) o su opuesto la inidentidad (y hasta ahora el hombre es más bien desperdicio y fracaso.)

2. La crítica de los partidarios de Althusser como Carlos Pereyra y Enrique Gonzalez Rojo que presentaron argumentos a favor de la tesis de que la teoría es una forma de práctica. Esta crítica, si bien está sustentada, sin embargo está formulada desde aquella tradición del “pensar” conceptual por encima de la acción. La filosofía se reduce a un saber que tiene su validez en sí misma. Se sobreentiende que Sánchez Vázquez está muy lejos de esta tradición. Cabe citar su respuesta a Etienne Balibar quien debatió con él defendiendo la posición althusseriana:
Al parecer lo que se me objeta es que exista una relación (de oposición) entre cierta concepción de la teoría (el teoricismo sin comillas) y la práctica de su apropiación por el grupo dirigente…Estoy de acuerdo en que la cuestión filosófica de las relaciones entre teoría y práctica no puede ser confundida con la de la organización del partido. Sin embargo, en cuanto que se aborda esa cuestión de un modo histórico concreto, ambas cuestiones sin confundirse no pueden ser separadas.

3. La crítica de Luis Villoro que cuestionó su concepción de la ideología. Según esta crítica Sánchez Vázquez caería en una especie de “panideologismo” ya que su concepción resulta demasiada amplia. Frente a esta tendencia “totalizante” sostiene que no solamente queda afuera la ciencia sino también las creencias no científicas. Frente a esta crítica, Sánchez Vázquez ha respondido que si bien lo ideológico se hace presente en el arte, la literatura, la moral, el derecho, la filosofía y las ciencias sociales, sin embargo no se hace presente de la misma manera, sino de un modo específico, en cada una de esas formas. Por tanto, este concepto amplio de la ideología tiene más ventajas que el concepto restringido, aunque sin desconocer sus riesgos.
Para cerrar este apartado no se puede dejar de señalar la reciente crítica de Luis Villoro sobre la idea misma de revolución socialista de Sánchez Vázquez.
Ciertamente existen muchas otras críticas igualmente importantes, agudas y lúcidas pero que por razones de espacio no podemos referirnos aquí. Cabe sin embargo remitir al lector interesado y los estudiosos del pensamiento de Sánchez Vázquez a la bibliografía correspondiente.
Tomando en cuenta que el socialismo fue la principal preocupación filosófica de Sánchez Vázquez y que dicha preocupación atraviesa sus reflexiones sobre la política, la ética , el arte y la estética cabe preguntarse si a pesar de la situación adversa y al descrédito del socialismo falsamente asociado por los medios de comunicación a un sistema decrépito que se derrumbó ¿mantiene su vigencia? A esta pregunta Sánchez Vázquez ha respondido con otras preguntas: ¿siguen siendo válidas las razones para combatir al capitalismo? ¿sigue siendo necesaria la crítica a un sistema que no ha hecho más que agravar los males a lo humanidad? ¿sigue siendo deseable un proyecto de emancipación cuando el capitalismo amenaza no sólo a las clases explotadas sino la humanidad entera? ¿sigue siendo necesario el marxismo cuando la realidad a trasformar lo requiere cada vez más? ¿sigue siendo necesario el marxismo vinculado a un proyecto vinculado a la praxis como alternativa al capitalismo cuando no se quiere que se convierta en un sueño utópico?

La teoría ética de Sánchez Vázquez

Samuel Arriarán
¿En qué consiste la teoría ética de Sánchez Vázquez?
Se trata de una teoría fundamentada en Marx. Para él, el marxismo es la teoría más fecunda para transformar la sociedad. No se trata de filosofar por filosofar . El proyecto de alcanzar el socialismo tiene una relación indisoluble con la ética. No sólo hay que comprender la racionalidad histórica; evidentemente hay necesidades objetivas en el mismo proceso de desarrollo económico que exigen cambios sustantivos, pero también existe el factor subjetivo. Es factor es quizá el más importante ya que una política sin ética no puede llevar más que a lo mismo. Hay que subrayar inicialmente que la ética fue adquiriendo mayor relevancia a medida que evolucionó su pensamiento político y filosófico según su vinculación práctica contra las situaciones de injusticia, guerra y explotación. Aunque nunca le faltaron ocasiones para debatir con las principales corrientes filosóficas externas al marxismo, sin embargo su principal preocupación consistió en oponerse a las versiones predominantes dentro del movimiento socialista que paradójicamente negaban esa dimensión praxeológica. El problema de esta negación consistía en reducir la filosofía a una pura teoría del conocimiento, es decir, a una concepción abstracta interpretativa del ser y de la conciencia sin vínculos con la existencia social. Muchas corrientes del marxismo como la inspirada en Kautsky entendieron que el marxismo era ante todo una concepción científica, positivista, determinista y objetivista cuya función consistía en estudiar las leyes de la historia. Para Sánchez Vázquez la categoría de la praxis resulta central en el marxismo porque representa la actividad práctica transformadora de la sociedad. Por tanto no puede ser prioritaria la preocupación por los problemas del ser o de las leyes en la naturaleza. Esta preocupación se expresaba en la forma de un marxismo científico que no era otra cosa que la doctrina oficial del sistema estalinista. Frente a esta doctrina Sánchez Vázquez se inspiró en los planteamientos de Georg Lukács (Historia y consciencia de clase) y Gramsci contra la metafísica materialista (Cuadernos de la cárcel), además de algunos planteamientos surgidos en la obra de Antón Pannekock, Kart Korsh y Ernst Bloch. Estos planteamientos estaban marcados por la polémica contra el Dia-Mat soviético (doctrina del “materialismo dialéctico”). Ante este panorama Sánchez Vázquez sintió la necesidad de reivindicar la categoría de la praxis que estaba presente ya en los Manuscritos económico filosóficos de 1844 de Marx donde se planteaba que el ser humano es ante todo un ser activo, creador. Es así que en su tesis doctoral estudió el concepto de praxis en Hegel, Feuerbach y Marx, además de ciertos problemas específicos como la relación entre la teoría y la praxis, los niveles de la praxis, la razón y la violencia en la historia. Lo que esta tesis afirmaba era que la praxis debe ser entendida como unidad entre lo subjetivo y lo objetivo, algo que genera un producto (una nueva realidad) por ejemplo una obra de arte o una forma de organización social. La praxis puede ser creativa pero también repetitiva, por ejemplo cuando se burocratiza o se vuelve un academicismo estéril.
En 1980, tuvo necesidad de hacer algunas correcciones a la primera edición, como la reformulación de la relación entre espontaneidad y la acción. No es que como decía Lenin la conciencia de clase es importada por la clase obrera desde afuera. Por sí misma la clase puede generar su propia conciencia (tal como señalaba Marx) . Pero además de cuestionar a Lenin, añadió otro capítulo para deslindarse de la concepción esencialista de Marx. Según esta concepción hay una filosofía de la naturaleza humana que al objetivarse en el trabajo se enajena, por lo que cabría plantearse la recuperación o reapropiación de tal naturaleza. O sea que Sánchez Vázquez en los años 80 ya criticó los restos metafísicos hegelianos que se presentaban en la fase juvenil de Marx. Después de la segunda edición de Filosofía de la praxis, en un nuevo libro que surgió como producto de sus cursos y seminarios realizó una nueva reflexión en un contexto ideológico más complejo como el debate entre ciencia e ideología, entre los autores y corrientes de pensamiento que valoraban más el joven o el viejo Marx. El concepto de ser humano como ser histórico y social (concepto que ya estaba en la fase juvenil de Marx) le permitió enfrentarse a Althusser quien propugnaba rechazar ese humanismo a favor del carácter “científico” del Marx maduro). Sánchez Vázquez cuestionó la separación althusseriana de la teoría con la existencia. Visto desde hoy dicho debate parece un falso dilema que obligaba a varios filósofos en aquella época a tomar postura (por ejemplo en la Facultad de Filosofia y Letras de la UNAM habían profesores althusserianos como Carlos Pereyra, Cesáreo Morales y muchos otros); incluso el Subcomandante Marcos, que hacía su tesis de licenciatura sobre Althusser y la educación.
Resumiendo hasta aquí, se puede decir que, hasta la fecha, la filosofía de Sánchez Vázquez no tuvo ningún cambio, es decir que mantiene un fuerte énfasis en la categoría de la praxis. Así entiende el marxismo como filosofía de la praxis con cuatro aspectos indisolubles:
1. Una crítica de lo existente en nombre de la necesidad de justicia y libertad.
2. Un proyecto de emancipación (el socialismo como nueva sociedad).
3. Un conocimiento de la realidad a transformar ligado a una voluntad de cambio.
4. Por su voluntad de cambio un vínculo con la practica adecuada al proyecto de emancipación.
En sus últimos libros (1990-2007), para mayor escándalo de los marxistas ortodoxos criticó la tesis del desarrollo incesante de las fuerzas productivas, así como los elementos deterministas y teleológicos de su concepción de la historia con su lastre eurocéntrico: “Por lo que se refiere a la concepción ‘optimista, moderna´ del desarrollo histórico, de raigambre ilustrada, en verdad hoy no puede compartirse la confianza de Marx en un desarrollo lineal, progresivo y teleológico de la historia” . Esta tesis del desarrollo de las fuerzas productivas encuentra sus límites cuando el desbordamiento de la modernidad lleva el riesgo de la destrucción de la naturaleza. Una revolución no puede dar prioridad al desarrollo ilimitado de la ciencia y la tecnología. Hay un exceso de modernización industrial que se vuelve peligrosa para la sobrevivencia ya no sólo de una clase sino de la humanidad. Y no dar por válida la concepción determinista teleológica de la historia quiere decir que en el marxismo no puede plantearse una finalidad o meta en la historia como si se tratara de una evolución lineal en el tiempo y en el espacio. El hecho de que este esta concepción pasara al marxismo se debió a la herencia hegeliana y que según Sánchez Vázquez hay necesidad de deslindarse. Una revolución socialista no necesariamente lleva al progreso, puede también desembocar en la barbarie o el fascismo:
El derrumbe de lo que no era originariamente un proyecto socialista demuestra que el socialismo no es inevitable. Pero, a este respecto hay que señalar que a Marx y Engels no se les escapó que, si en el futuro no se daba la alternativa del socialismo, se daría otra: la barbarie. Tal es el sentido de su dilema ´socialismo o barbarie´, con que se pone de manifiesto el destino incierto e imprevisible del socialismo.

Finalmente, Sánchez Vázquez criticó la tesis de Marx sobre el papel histórico de la clase obrera y la exclusividad del interés de clase. La exclusividad del interés de clase significa que ya no se puede privilegiar la centralidad de la clase obrera. Las luchas sociales contemporáneas se presentan como movimientos donde participan otros sectores no necesariamente de clase: “la prioridad del dominio de clase hace que en el pensamiento marciano se desdibuje la existencia de otras formas de dominación –nacional, racial, sexual, étnica- que cobran gran importancia en nuestra época.”
2. La evolución del pensamiento de Sánchez Vázquez
Una vez expuesta a grandes rasgos la concepción filosófica de Sánchez Vázquez hace falta examinar las formas concretas en que se aplica. A mi modo de ver su obra filosófica puede dividirse cronológicamente en dos partes: 1) una teoría del arte y de la estética y 2) una teoría política. Esta división en dos partes no se debe a que no tuviera otras aportaciones importantes. Sí las hizo por ejemplo en el campo de la teoría ética, la filosofía de la historia y la pedagogía, pero estas aportaciones las desarrolló siempre de manera entrecruzada a medida en que su tiempo dedicado al trabajo docente y de investigación se orientaba por largas temporadas unas veces a la política y otras a la estética. Esto no significa que todas sus preocupaciones estuvieran determinadas por su actividad académica. Hay que tener presente que su obra filosófica, responde ante todo al compromiso que asumió en su juventud, es decir, más allá de los recintos académicos, a las esperanzas, frustraciones y exigencias de la vida real.
Esta metodología que propongo tomando como principal criterio el entrecruzamiento cronológico de los campos temáticos, no está muy alejada de su propia caracterización:
Mi obra filosófica está vinculada al proceso de crítica y renovación del marxismo que se abre desde mediados de la década de los años cincuenta. Y tratando de insertarse en él, mi pensamiento ha pasado por tres fases que puedo caracterizar tomando como punto de referencia –para tratar de superarlo- el marxismo oficial que dominaba entonces. En una primera fase, mi atención se concentra en los problemas estéticos para someter a crítica la doctrina del ´realismo socialista´ y trazar los lineamientos de una concepción del arte como trabajo creador o forma específica de praxis (podemos ejemplificar esta fase con el libro Las ideas estéticas de Marx, de 1965); en una segunda fase, me pronuncio contra el materialismo ontológico del Dia-Mat soviético y propugno la concepción del marxismo como filosofía de la praxis (Filosofía de la praxis, 1967), y en una tercera constituye el centro de la reflexión la experiencia histórica de la sociedad que, en nombre del marxismo y el socialismo, se ha construido como ´el socialismo realmente existente´ (el primer texto de este género es ´Ideal socialista y socialismo real´ de 1981, y el último, ´Después del derrumbe´, de 1992).

La teoría del arte y de la estética

Samuel Arriarán

En los primeros tiempos difíciles del exilio, Sánchez Vázquez decidió reingresar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM inscribiéndose en filosofía. Su tesis de maestría fue Conciencia y realidad en la obra de arte . A fines de los años 50 dio un viraje radical a raíz de su descubrimiento de las obras juveniles de Marx. En los Manuscritos económico- filosóficos de 1844 encontró una concepción del hombre diferente de las versiones marxistas cientificistas dogmáticas. Así comenzó una etapa donde progresivamente rompió con la estética del realismo socialista. Vale la pena referir a grandes rasgos este progresivo proceso de ruptura. En 1961 publicó en Diánoa el artículo “Las ideas estéticas en los Manuscritos económicos filosóficos de Marx”. Este artículo se publicó también en Cuba ejerciendo una notable influencia en la política cultural revolucionaria y pasó a formar parte de su libro Las ideas estéticas de Marx en 1965. En este libro el autor destaca tres ideas centrales: 1) la idea del trabajo creador como algo que caracteriza al arte; 2) el realismo como una forma de arte entre otras (y no como El Arte con mayúsculas; por muy importante que fuera el realismo para la estética marxista como teoría de la práctica artística en toda su riqueza y variedad, es un modo, entre otros, de producir arte), y 3) la idea de la hostilidad capitalista frente al trabajo creador. Esto último significa que cuando el mercado supedita el arte se produce entre otras cosas la desvalorización del arte creador y su reemplazo por el seudo arte o “arte de masas”. Lo que predomina no es el valor estético sino la rentabilidad. De los Manuscritos económico- filosóficos de Marx, Sánchez Vázquez extrajo la crítica al capitalismo con base en la cuestión del trabajo creador y el trabajo enajenado. Bajo el capitalismo el arte se presenta como capacidad negada en el trabajo. La tesis de Marx consistía en que al ser negada esa capacidad creadora se producía una hostilidad debido a la naturaleza misma de ese tipo de sociedad.
La concepción del arte como trabajo creador le permitió a Sánchez Vázquez entender con un criterio abierto y amplio el arte de diferentes épocas históricas. De este planteamiento sobre el carácter plural del trabajo artístico pasó a teorizar en torno de la necesaria pluralidad teórica de las concepciones estéticas. De ahí salió su antología Estética y marxismo en dos volúmenes. En la Introducción planteó ciertos principios y problemas fundamentales: 1) El hombre como ser creador por el trabajo; 2) la historia y no los principios suprahumanos que inciden en el arte; 3) la sociedad como conjunto de individuos concretos; 4) el arte y la obra; 5) la situación del arte bajo el socialismo; y 6) el realismo socialista vinculado al estalinismo. El criterio para incluir a los autores fue el de haberse constituido en esos años en los pioneros de la renovación del pensamiento marxista (como Walter Benjamín, Brecht, Lukács, Della Volpe, Caudwell, Lifschitz, Ernst Fischer y Henri Lefevbre). El autor pensó en actualizar esta antología a partir de la necesidad de nuevos planteamientos como Macherey, Jameson, Terry Eagleton, Valeriano Bozal, Giusseppe Prestipino, Tertulian, Raymond Williams, Borev, Stolovich, Ferreira Gullar, José Revueltas, Néstor García Canclini, Morawsky y muchos otros. Aunque Sánchez Vázquez estuvo trabajando en la década de 1980 la obra quedó como muchas otras obras en “estado de preparación”.

Después de la antología de Estética y marxismo, publicó diversos ensayos sobre la estética de Galvano Della Volpe, Yuri Lotman, Sartre, Diego Rivera, José Revueltas y abordó problemas específicos como la relación entre la ideología en la literatura (Tolstoi), el problema de la socialización y de la muerte del arte; la relación entre el arte moderno y el posmodernismo.
En sus cursos y seminarios de estética entre 1990 y 2000 desarrolló cuestiones centrales que luego conformaron su libro Invitación a la estética. Aquí no se propuso desarrollar una estética marxista sino una estética en general, sin adjetivos, aunque subrayó que se sigue inspirando en los principios teóricos y metodológicos de Marx:
A medida que he ido penetrando en el campo de la estética cada vez he sido más cauteloso en calificar esta disciplina como marxista y he preferido caracterizarla como una estética de inspiración marxista, en cuanto se vale de principios básicos del marxismo acerca del hombre, la sociedad, la historia y el método de conocimiento, a la vez que se abre a todo lo que, para enriquecer la explicación de la experiencia estética y del arte en particular, provenga de otras corrientes de pensamiento y de otras disciplinas.

El autor reflexiona sobre la validez de la estética, refutando las críticas de que objetan su necesidad en la sociedad, además de las que la reducen al arte. Para Sánchez Vázquez tan falso es justificar la inutilidad de la estética como reducirla a lo artístico. La estética es una necesidad social (¿qué sería de una sociedad sin poesía? Obviamente un sistema totalitario, es decir, únicamente abierto al lenguaje de la ciencia y la tecnología donde los humanos se vuelven máquinas). Cuando se reduce la estética al arte no se ve que además de las galerías y los museos existen otros espacios donde se desarrolla la relación estética como por ejemplo en la vida cotidiana, la artesanía y en la naturaleza (también son obras de arte como un crepúsculo, una flor, un tejido indígena, etcétera). En la segunda parte del libro analiza el objeto y el sujeto en una situación estética, y las determinaciones o categorías de los estético (lo bello, lo feo, lo sublime lo trágico, lo cómico y lo grotesco). El argumento del autor en este punto es que la estética no se reduce a lo bello (eso es propio de una estética clasicista y eurocéntrica).
El último libro publicado sobre arte y estética es De la estética de la recepción a una estética de la participación. Aquí examina el papel de la recepción en el arte ¿cómo se desarrolla la relación con el lector o espectador? Hasta ahora la estética tradicional se preocupó solo del autor o creador. Con base en Hans R. Jauss y Wolfgan Iser, se propuso analizar las aplicaciones de la socialización de la obra de arte en el entendido de que los nuevos desarrollos de la tecnología (como la industria digital y la computación) permiten otros usos de la obra de arte. Sánchez Vázquez criticó a los teóricos de la recepción por limitarse a lo ideal y no ver la materialidad del proceso ni el papel o la participación activa de los receptores. Entre otras cosas criticó el bajo nivel estético y las posibilidades limitadas de acceder a una conciencia estética en el arte digital y computarizado.